_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los dientes de Corona

Terminó la prórroga con empate a cero, y había que jugarse la final y la fama en la serie de penaltis, chavalines, como dice Santisteban, el seleccionador. Allí, en Alemania, terminaba el Campeonato de Europa sub 16, y él, Miguel Angel García, alias Corona, aún tenía atravesado en el buche el mano a mano que en la primera parte le había ganado Berger, el portero austríaco. ¿Alguien podía decirle dónde estuvo el fallo? Veamos: atravesó la maraña de defensas, bajó la pelota del pecho al pie, la congeló en un toque, se perfiló para el tiro y eligió un costado; pegaría de derecha a izquierda para meterle un caño a ese nuevo oso rubio. Todo sería pulcro, simple y exacto, porque él, Corona, hijo de los Corona de Talavera, juega así desde que nació.El caso es que salió Hans-Peter Berger, sacó una mano de pelotari y, maldita sea mi estampa, consiguió atajar.Hace algunos años, cuando Miguel Ángel García se alistó en el equipo de alevines del Real Madrid, su familia tuvo que ingresar con él. Dicho con otras palabras, su madre y su padre se turnaban cada día para acompañarle a la capital; si de ellos se trataba, nunca se sentiría solo en aquella irremediable fiebre por el fútbol. Desde muy pronto, todos dijeron que el chico era un portento, y él parecía feliz: no había más que verle alargar la sonrisa hasta las encías cada vez que marcaba alguno de sus goles. Hoy, sábado 10 de mayo de 1997, final de la Copa de Europa de selecciones sub 16, primera competición oficial de la UEFA, ahí está Corona, rumiando el mano a mano con el cabrito de Hans-Peter. Por supuesto, pide el quinto penalti.Camacho, Fraile, Nelo, Ander y los cuatro austríacos convierten los ocho primeros disparos. Corona acomoda la pelota, toma carrerilla y decide darse una segunda oportunidad: ahora ajustará un poco más el tiro a la base del palo izquierdo. Un segundo después, la pelota, muy tocada, comenzaba a ceñirse al poste; a media estirada, Berger supo que volaba con retraso. De pronto Corona estaba marcando el gol más importante de su vida al hombre que le había adivinado el tiro más venenoso. Pero no se tomó tiempo para celebrarlo; en vez de disfrutar de él, prefirió animar a lker Casillas, el colega portero, que por fin detuvo el quinto. Campeones. En los actos protocolarios, el locutor presentó a la selección española como la más brillante promoción europea de valores jóvenes. Horas después, un elenco de 20 jugadores extranjeros decidía en el Camp Nou el Barcelona-Madrid, último partido del siglo de esta semana.Si quieres hacerte un sitio, afíliate los dientes, Coronita.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_