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LOS DOS MÁS GRANDES, FRENTE A FRENTE

El Barça tortura al Madrid a la italiana

Un gol de Ronaldo tras un penalti derrota a un líder víctima de su propio estilo de juego

Ramon Besa

El Barça largó al Real Madrid del Camp Nou la noche en que acudía a registrar el título. Tararear el alirón en el estadio azulgrana le está prohibido al grupo blanco. No pudo la Quinta del Buitre ni tampoco se le ha consentido al grupo de Capello. No fue el de ayer precisamente un partido afortunado para el entrenador madridista. El Real Madrid cayó a la italiana, víctima del mismo juego del que se ha servido para despellejar a sus rivales con la misma frialdad que Deep Blue responde a la fogosidad de Kaspárov. Un fútbol que, a menudo, es demasiado especulativo, poco combinativo, nada fluido, muy físico e intimidador, una forma de ser que, al fin y al cabo, otorga competitividad.

La Liga sigue pintando blanca, pues cinco puntos a negociar en cinco jornadas parecen mucha -.-taja, y más cuando quien se lo discute es un colectivo tan irregular como el azulgrana. El resultado obliga, sin embargo, a mirar en dos frentes. Hay ahora tanta expectación por conocer las respuestas del Madrid a su segunda derrota como para observar la capacidad del Barça para manejarse en tres frentes sin perder fuelle. Los azulgrana, de momento, se manejan de fórma impecable en los mano a mano.

El Barça dio al partido de anoche un carácter de final y se desenvolvió con gran soltura frente a un Madrid que fue retrocediendo. Le va la carga ambiental al Barcelona. Gusta de partidos épicos como el de ayer, contiendas resueltas en acciones aisladas, en jugadas que encienden el debate.

El pecado del Madrid estuvo precisamente en que su partido quedó resumido en Roberto Carlos y no en el trabajo del grupo. Mal asunto. No es extraño que hasta el desenlace tuviera el mismo tono que el cuerpo del partido. Decidió un gol de penalti que mantendrá la riña entre uno y otro equipo. Muy acorde con un partido embarullado, un choque que le vino grande al árbitro, y que no dejó rastro de fútbol, a pesar de lo que anunciaban las alineaciones.

Robson absorbió el ideario incendiario de Núñez como una esponja. El técnico plantó en la cancha un equipo de manga corta más acorde con el sentir de la hinchada que con el manual del pro pio entrenador británico, muy zarandeado por la cháchara del presidente. No había ninguno de los suyos: ni Amunike, ni Couto, ni Popescu. El Barça desafiaba al Real Madrid a pecho descubierto Guardiola, Iván de la Peña, Gio vanni, Figo y Ronaldo se juntaban en el mismo equipo. Le interesaba al colectivo azulgrana una contienda a tumba abierta, de ritmo alto, caliente, en consonancia con el escenario, muy cargado. Le iba la Liga en el envite.

Pese a que le convenía un encuentro más reposado, el Madrid aceptó la propuesta del Barça. Nada de enfriar la refriega. Le plantó cara al rival en su propio campo. Raúl buscó a Guardiola y Seedorf tapó a De la Peña, para abortar la línea de salida del juego azulgrana. Presionó el colectivo de Capello más arriba que de costumbre y se aseguró la iniciativa.

El partido adquirió gran intensidad. Iban uno y otro equipo buscándose con descaro. La disputa, sin embargo, degeneró pronto en reyerta sin que el colegiado se enterara. Roberto Carlos metió la pierna al tobillo del contrario en dos pelotas corridas, una a Giovanni y otra para Nadal, y dejó al estadio sin partido y al Barça enredado en los, cambios.

El lateral brasileño eliminó a los dos futbolistas azu1grana con su tackle, ante la benevolencia del colegiado y el desespero de Robson. El técnico cambió a Giovanni por Popescu, una sustitución contraria al espíritu que tenía el equipo inicial, y después sacó a Stoichkov por Nadal, de manera que el equipo recuperó al final su propuesta esta inicial tras un buen lío.

Las entradas y salidas azulgrana interrumpieron el partido. La. tensión echó al fútbol y el entorno fue más noticia que el juego. El Madrid pareció asentarse mejor al paisaje ante un Barça precipitado, empeñado en buscar las jugadas a balón parado. Hubo pocas opciones para el remate. Ronaldo no entraba en juego, no se sabía del paradero de Suker ni tampoco se tenían noticias de Mijatovic. Era el momento de Figo.

Nadie como el portugués para buscarse el uno contra< uno cuando no hay ritmo de partido. Encaró a Roberto Carlos y de un choque de dos rodillas sacó un penalti tan claro para los locales como inexistente para los forasteros. El brasileño fue víctima de sus antecedentes más que de una acción punible que el Barcelona no desaprovechó, pese a que Ronaldo necesitó de un segundo remate precedido de la asistencia de Figo.

El gol del ariete azulgrana, el noveno consecutivo en ocho jornadas, dio aire al Barca y exigió un esfuerzo suplementario al Madrid. Los azulgrana dejaron el mando al rival. Le costó al grupo de Capello conducir el cuero en campo ajeno. El juego fue muy atropellado, sincopado, desligado, a gusto de quien manda en el marcador. El balón era pura dinamita. Quemaba en una y otra pierna.

Lograr una buena posición en una acción ofensiva resultaba caro. Mijatovic tuvo tres pelotas francas y las pifió, sobre todo la última, cuando el cuero se le fue por encima del larguero con Baía de espectador. Ni la ya anunciada retirada de Suker para que Raúl irrumpiera en campo ajeno aligeró la carga forastera en un choque falto de movimiento.

El partido fue muriendo sin luz ni taquígrafos, aunque con más azulgrana implicados que madridistas. Guardiola guardó la pelota siempre que pudo, Iván ayudó mucho y Figo se ofreció siempre. Tuvo más peso que un Madrid que cayó víctima del juego que precisamente le puede permitir ganar la Liga. El Barça, mientras, aguarda, como siempre, hasta.. el final para saber si le dan otro año más la última palabra.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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