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Los conservadores franceses empiezan a dudar sobre el tirón electoral de Juppé

Enric González

La coalición conservadora francesa empieza a inquietarse. El presidente Jacques Chirac lanzó a su primer ministro, Alain Juppé, a unas elecciones generales en las que éste parecía contar con todas las ventajas. Pero los sondeos son malos (los últimos pronostican algo muy parecido a un empate) y Juppé no consigue transmitir una imagen positiva. Algunos dirigentes gaullistas consideran un error la continuidad del actual primer ministro, mientras la campaña se crispa y las acusaciones se hacen más duras.Los dos bandos cruzaron ayer descalificaciones en torno a un posible debate: Juppé lo quería a cuatro (con su socio François Léotard y el comunista Robert Hue, además del socialista Lionel Jospin), mientras Jospin sólo aceptaba un cara a cara con Juppé. Ambos bandos se tacharon de "cobardes" y no hubo acuerdo.

Quizá el propio ChiracQ, que se juega mucho en un envite en el que, por primera vez, no es candidato, tiene sus dudas sobre Juppé. El joven ex ministro Frariçois Baroin, ahijado de Chirac, declaró el miércoles a Le Figaro que, aunque Juppé fuera el jefe de la coalición de gaullistas, centristas y liberales, una victoria electoral de éstos no implicaría necesariamente su continuidad al frente del Gobierno. El mensaje estaba claramente inspirado desde el Elíseo y sembró una cierta confusión en el cuartel general de la coalición, que concurre a los comicios bajo el nombre de Mayoría Presidencial.

Poco después, fue el presidente de la Unión para la Democracia Francesa y segundo del frente conservador, François Léotard, quien abundó en el asunto. Los electores, dijo Léotard, iban a elegir una Asamblea Nacional, no un primer ministro. Esa elección correspondía a Chirac, y podía recaer en Juppé o en cualquier otro dirigente.

Alusiones a la derrota

Casi simultáneamente, Édouard Balladur y varios de sus partidarios dentro de la Mayoría Presidencial, como Nicolas Sarkozy y Simone Véil, empezaron a comentar confidencialmente que no podía descartarse una derrota. El ánimo de Alain Juppé se vio quizá afectado por esos titubeos, ya que el jueves por la noche, en el mitin marsellés con el que abrió su gira electoral, anunció que la campaña iba a ser "brutal". Fue una declaración extemporánea, dado que, a esas alturas y todavía sin debates ni cruces de acusaciones directas, sólo podía interpretarse que el propio Juppé deseaba una campaña "brutal". Acto seguido' el primer ministro se empleó a fondo en descalificar a los "arcaicos y conservadores" socialistas.

Los conservadores confiaban en explotar las afirmaciones de Jospin acerca de que no sacrificaría el empleo de los franceses en el altar del euro. Pero Jacques Delors acudió rápidamente en apoyo del jefe de su partido y, desde su autoridad moral en cuestiones europeas, afirmó que Jospin se ajustaba totalmente al espíritu de Maastricht, y era la derecha la que utilizaba el tratado como excusa para aplicar su política económica. Además, la invocación del euro se reveló impopular entre los electores, según los "sondeos instantáneos" utilizados por los partidos. Relegado el euro y a falta de un gran balance durante los dos últimos años de gestión, la Mayoría Presidencial parece haber decidido utilizar el grueso de sus efectivos a atacar la gestión de anteriores gobiernos socialistas.

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