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Reportaje:

Salvar Saint-Germain

Artistas e intelectuales tratan de impedir que grandes firmas de moda acaben con locales míticos de París

Enric González

En el verano de 1995, el recién jubilado ex presidente François Mitterrand solía pasear lentamente por el bulevar, traje claro y sombrero panamá, deteniéndose ante los escaparates de las librerias y recibiendo saludos desde alguna mesa de café. Aquélla era una estampa del viejo Saint-Germain-des-Prés, una escena ya casi anacrónica en un pedazo de París donde sólo unos cuantos nombres míticos -Chez Lipp, Procope, Flore, Les Deux Magots, La Hune- recuerdan lo que fue y ya no es. Uno de esos nombres, la librería Le Divan, acaba de desaparecer. El laberinto de papel y estanterías fundado por Henri Martineau y propiedad de Gallimard desde 1957 se convertirá próximamente en una boutique de Christian Dior.La caída de Le Divan ha sido para un grupo de fieles la gota que ha desbordado el vaso. Juliette Greco, Catherine Deneuve, Charles Aznavour y Jean-Paul Belmondo, entre otros, han creado esta semana la asociación SOS Saint-Germain con el fin de preservar el espíritu de la celebérrima encrucijada. Reclaman al Gobierno que establezca una "zona de protección del patrimonio arquitectónico urbano" para salvar lo que queda antes de que Saint-Germain-des-Prés se convierta en Saint-Germain-du-Prét-á-Porter. Los políticos son receptivos en época de elecciones, y, a un mes de las próximas legislativas, el ministro de Cultura, Philippe DousteBlazy, ha escuchado "con gran interés" la propuesta.

"Sufrí un choque emocional cuando vi que Cartier ocupaba el lugar de la tienda de discos Vidal. La desaparición de Le Divan, acto seguido, ha sido una cosa espantosa", declaró Greco, musa que fue de las extintas cavas de jazz. El asalto de la moda y el lujo a los alrededores de la abadía románica parece imparable. Louis Vuitton, Cartier, Dior y Armani se han unido, estos últimos meses, a las tiendas de Agnés B., Sonia Rykiel y otras modistas establecidas hace ya algún tiempo. "Cada cosa en su lugar. Saint-Germain es un barrio de intelectuales, una encrucijada fabulosa por la que ha pasado todo el mundo. No hay que convertirlo en un nuevo faubourg Saint-Honoré [la calle donde se concentran los grandes modistas]", añadió Greco.

No es la primera vez que se entonan cantos fúnebres por el alma de Saint-Germain-des-Prés. Cuando Voltaire, Rousseau y otros filósofos del siglo XVIII dejaron de reunirse en el café Procope, se pensó que el barrio ya nunca sería lo mismo. Con la Gran Guerra (1914-1918) se dio por liquidada la bohemia parisina y, con ella, el espíritu de Saint-Germain. Los artistas se desplazaron hacia zonas más económicas, Montmartre o Montparnasse. La encrucijada se aburguesó, pero sobrevivió.

Los miembros de SOS Saint-Germain suspiran hoy por aquellos tiempos, en los años cuarenta y cincuenta, en que las noches de Boris Vian vibraban a ritmo de jazz y Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir dejaban pasar el día en Flore o Les Deux Magots escribiendo- -perorando y percibiendo la añgustia de un universo sin sentido desde una agradable terraza. La propia Simone de Beauvoir, en una carta a su amante estadounidense Nelson Algren, en 1949, decía: "La invasión de los maricas americanos vuelve locos a los patrones de los cafés, especialmente al de Flore. Estamos recogiendo la hez de la ciudad, descendida de Montmartre para sacarles el dinero a los americanos, y eso no, es demasiado".

Por otra parte, no hay nada más subjetivo que la memoria, y cada uno tiene la suya. En 1965, cuando el café Royal cedió su lugar al feo y claustrofóbico drugstore Publicis, se levantó un clamor de protesta. Ahora, en cambio, los corazones nostálgicos suspiran por el querido drugstore, cuyos locales albergarán desde este verano una gran tienda de Giorgio Armani.

Juliette Greco capitaneo la lucha por la supervivencia del drugstore, preguntándose dónde iba a poder, si llegaba Arman¡, comprar cigarrillos de madrugada. Greco ha cambiado de opinión desde que el modista italiano le pidió consejo para el diseño de su establecimiento: "Arman¡, un hombre inteligente y de buen gusto, es de toda confianza", dijo. El día que Armani se marche, alguien llorará de nuevo por el alma perdida de Saint-Germain-des-Prés.

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