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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Por una hora

LA TENSIÓN en Oriente Próximo, con el proceso de paz palestino-israélí en retroceso, envenena las aguas del Mediterráneo. El proceso iniciado en 1995 con la I Conferencia Euromediterránea, celebrada en Barcelona, que se cerró con cierto éxito a pesar de sus dificultades, ha quedado encallado esta semana en la segunda edición de Malta. Los principales esfuerzos políticos europeos se han ido en conseguir una conversación de una hora entre Arafat y el ministro israelí de Asuntos Exteriores, David Levy. No es poco, dada la falta de diálogo entre las dos partes, y el hecho es que se ha producido un leve acercamiento. Pero tampoco es mucho.Europa ha demostrado que tiene capacidad de interlocución con israelíes y palestinos. Pero la capacidad de presión la tiene casi exclusivamente Estados Unidos, que ha de retomar la mediación en un momento difícil para el Gobierno de Israel. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, sometido a una acusación de corrupción en un informe oficial de la policía israelí, anunció ayer que no piensa dimitir, pero empiezan a fallarle los apoyos.

Entre Barcelona y Malta -y no sólo de la mano de Israel- se ha producido una pérdida de perspectivas de futuro para el Mediterráneo que es preciso recuperar. Los intercambios entre los 12 países no miembros de la UE que participan en este intento de crear una zona de asociación y librecambio para el 2010, con 800 millones de habitantes, siguen siendo muy escasos: un 5110 del total. Pero sí se han convertido en una zona de interés comercial primordial para la UE, cuyo excedente comercial frente a estos países ha crecido sobremanera. La asociación resulta aún desigual, además de insuficiente. Las relaciones entre sociedades civiles son escasas. Y en cuanto a la seguridad, la falta de conclusiones en esta cumbre de Malta refleja las dificultades de este encuentro. La idea de una Carta Mediterránea de Seguridad queda, pues, para más adelante.

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