Madre en Madrid
Yo admiraba mucho a esos camareros capaces de ir a toda velocidad con una bandeja en cada mano y en cada bandeja tres cafés, unos boquerones, una caña, dos cortados, un whisky, un mixto, un bíter, unas aceitunas ("mamá, quiero pintar", "ahora no, tesoro, ¿no ves que estoy escribiendo?") y una Fanta de limón sin derramar ni romper nada. Desde que manejo un cochecito por aceras, pasos de peatones ("mamá, quiero chocolate", "no hay chocolate, cariño"), bordillos, ascensores, autobuses, escalinatas y escaleras mecánicas y veo a mi alrededor miles de madres haciendo lo mismo, ya no les admiro tanto: a ellos, por lo menos, les pagan. A ver qué día montamos ("mamá, cuéntame el cuento de la Bella Durmiente", "luego te lo cuento, bonita") un concurso de madres con cochecitos sorteando los ("mamá, quiero patatas fritas", "dentro de una hora comemos; ahora estate callada un ratito, guapa") obstáculos de la selva urbana. Espero, por cierto, que la cuota del 25% que escrupulosamente reservaríamos a ("mamá, la Cenicienta") los padres no quedara desiertá.Escribo estas líneas un viernes, por la mañana; mi hija tiene vacaciones desde hace 15 ("mamá, ¡la Caperucita Rojaaaaa!", "un momentito, ahora voy") días y yo intento resolver el siguiente acertijo: ¿Qué familia-tipo tenían en mente quienes fijaron el calendario escolar? Se me ocurren las siguientes respuestas:
a) Rentistas multimillonarios, tanto da si algún miembro de la familia se queda en casa como si no, porque hay ama de llaves, doncella, mayordomo, nurse y fraülein 24 horas al día y 365 días al año. Desgraciadamente, no es mi caso.
b) Pareja de hecho de tres miembros o más -de cualquier sexo y grado de parentesco, para el caso es lo mismo-, lo que permite que haya siempre uno de guardia para hacerse cargo de los niños. Desgraciadamente, sólo es posible en Cambre (La Coruña).
c) Familia punalúa, según la describe El origen de la. familia, la propiedad privada y el Estado. Desgraciadamente, dejó de existir hace unos 3.000 años. Una verdadera lástima, sí, porque creo recordar que una de las características de los niños punalúa es que uno podía deshincharlos quitándoles el tapón y guardarlos en un altillo, con naftalina y polvos de talco, durante el tiempo necesario.¿Me permitirán mis amables lectores que les deje un momento? Enseguida vuelvo. ("Érase una vez un lobo que iba al geriátrico con un cesto lleno de vídeos de Kun-Fu..., perdón, era una abuela que cruzaba el bosque cantando Macarena... digo... érase una vez...") En fin, ya no sé por dónde iba. Las circunstancias ("ahora te frío unas patatas, circunstancia, preciosa, en cuanto acabe este artículo") me obligan a terminar como sea, pero rápido. Sólo quería ofrecer a la autoridad competente o a la iniciativa privada algunas ideas, muchas de las cuales ya funcionan fuera de nuestras fronteras: un sistema municipal de excursiones de un día para niños pequeños en época de vacaciones escolares; poder desgravar del sueldo la parte, nada desdeñable y menos prescindible, de el que destinamos a guarderías, colegios o canguros;
suprimir o hacer optativa la llamada "semana blanca" que para muchos padres es más bien morada (que es como las pasamos intentando encontrar una manera de colocar a los niños que sea grata para ellos, posible para nosotros y soportable para nuestra economía); estaciones de esquí u otros lugares de vacaciones con guardería incorporada; guarderías por horas, que le permitan a uno (generalmente, una), con menor coste y mayores garantías que si contrata como canguro a cualquier indo cumentada del vecindario, ir a hacer unas compras o al restaurante o asistir a una reunión ina- ("ya voy, ya voy") -plazable... Como todo esto no existe, yo a mi hija me la llevo al banco, al restaurante o a mis citas de, trabajo. A los tres anos es ya financiera, gastrónoma y experta en temas editoriales. Yo, más modestamente, preferiría que fuera niña. Y ahora sí que me voy a freírle unas patatas.
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