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Europa

Rosa Montero

Cada dos por tres se descubre en Bélgica alguna bolsa de basura conteniendo un picadillo de personas. Por lo visto anda por ahí suelto un descuartizador muy diligente. Además de descuartizadores, los europeos tenemos violadores y torturadores de niños, así como artistas que ponen auténticos cráneos de pobres, con sus sesitos y todo, dentro de la corteza de sus esculturas. Claro que ese artista necrófilo al que me refiero es británico, y ya se sabe que los británicos están algo chalados (es lo que más me gusta de ellos), de modo que esta extravagancia artística impacta menos.Los belgas, en cambio, han representado siempre a la Europa más sensata y convencional, rica, aburrida, civilizada. Estamos acostumbrados a concebir la atrocidad como atributo de las zonas remotas ¿Que en Ruanda se queman vivos unos a otros en el mortal abrazo de un neumático ardiendo? Natural, son unos salvajes. En ellos no ha calado todavía la refinada contención de nuestro modelo de sociedad, la civilidad de la gran Europa.

Pero ahora resulta que este mundo tan exquisito y avanzado tortura niños hasta la muerte para el mercado internacional de pornografía sádica; y que los contenedores de basura están empezando a rebosar de cuerpos humanos troceados. En Bélgica, en Holanda, en el corazón de la sociedad de los desodorantes y el dinero de plástico, las tinieblas insisten en perpetuarse. Si lo siniestro es la irrupción del horror en la vida plácida, no hay nada más siniestro que esta Europa aparentemente rutilante que guarda bajo las faldas un pudridero: violencia, gobernantes delincuentes (véanse los papeles de Mitterrand, sin ir más cerca), hordas desesperadas de mendigos. Me pregunto si los descuartizadores depositarán sus piltrafas en los contenedores ecológicos de residuos orgánicos.

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