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NECROLÓGICAS

Laura Nyro, la voz atormentada del Bronx

Diego A. Manrique

Laura Nyro falleció el pasado martes en su casa rural de Connecticut, víctima de un cáncer de ovarios. De verdadero nombre Laura Nigro, la cantante y pianista había nacido en un hogar católico del Bronx en 1947; publicó discos desde 1967, con temas del calibre de And when i die o Stoney end, luego llevados a lo alto de las listas por, respectivamente, Blood Sweat and Tears y Barbra Streisand.De Laura Nyro dicen las enciclopedias del rock que pudo ser la respuesta de la costa este estadounidense a Joni Mitchell, la canadiense que tan lúcidamente analizó el estilo de amar y vivir de la California dorada. No, en realidad Nyro era la continuadora misteriosa de Carole King, la compositora que poetizó lo que significa crecer mujer y sensible en esa caldera multirracial llamada Nueva York.

El misterio reside en que Nyro, no tuvo ni la centésima parte del éxito de esas artistas. Sin embargo, una decena de sus profundos temas fueron éxitos grandes en interpretaciones de 5th Dimension, Three Dog Night, Barbra Streisand, Blood Sweat and Tears, Melissa Manchester y otros. Cierto que la Nyro resultaba una artista mucho más intensa que ellos: acompañándose al piano, su voz era una montaña rusa de emociones que saltaba del jazz al gospel sin preocupaciones; sus contrastes dinámicos exigían una escucha tenaz, poco compatible con el lunático ambiente de festivales como el de Monterrey, donde fracasó en el mismo escenario desde el que Janis Joplin agarró por el pescuezo al respetable y le puso de rodillas.

Dos de los pesos pesados de la industria del entretenimiento, entonces y ahora, David Geffen y Clive Davis, se tomaron como cosa propia el convertirla en una superestrella.

Sin embargo, ella no estaba por la labor: se negaba a crear canciones a la medida para las radiofórmulas, desconocía el juego de las relaciones públicas. Era, rara criatura, una artista que sólo buscaba la expresión personal, sinceramente ajena a las consideraciones comerciales. Aunque tuvo intuiciones potencialmente vendedoras, como Gonna lake a miracle, el exquisito disco de 1971 donde rendía homenaje a sus raíces negras, tal vez el primer trabajo de un autor contemporáneo que cantaba íntegramente temas ajenos, con soberbio acompañamiento vocal de Labelle y elegante producción del dúo Gamble-Huff.

Al poco se trasladó a Nueva Inglaterra, se casó y tuvo una criatura. Su retiro fue la respuesta visceral a una cadena de decepciones: Geffen y Davis se disputaban sus servicios; el primero vendió sus apetitosos derechos editoriales sin consultarla. Era también su corte de mangas a una industria que limitaba su voluntad de explorar arreglos y estructuras, su deseo de reflejar realidades más allá del chico-quiere-a-chica.

Su retirada no fue al estilo Greta Garbo: de forma irregular siguió editando discos, aunque varios fueron grabaciones en directo. Ya divorciada, retomó el contacto con la industria e incluso participó decisivamente en la elaboración de un reciente álbum retrospectivo, Stoned soul picnic, que confirmaba su status de figura de culto en ascenso. Un nuevo regreso a los focos que se frustró, esta vez para siempre.-

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