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El fiscal pide 56 años por una estafa de multipropiedad a 126 familias

La Fiscalía de Madrid solicita un total de 56 años de cárcel para siete personas a las que acusa de haber estafado alrededor de 100 millones de pesetas a 126 familias mediante la venta vitalicia de inexistentes apartamentos en régimen de multipropiedad. Los acusados, con agresivas técnicas de mercadotecnia que incluían disuasorias charlas y proyecciones de vídeo sobre paisajes de ensueño en relajantes zonas de playa, lograron embaucar a decenas de parejas madrileñas: les sacaron parte de sus ahorros, a algunos hasta dos millones de pesetas, y luego desaparecieron con el dinero.La adquisición de un apartamento en régimen de multipropiedad, una modalidad en auge y muy extendida, consiste en pagar una cantidad de dinero que da derecho a disfrutar vitaliciamente de un inmueble durante un periodo determinado del año. Una semana o un mes, en función de la inversión. Los siete acusados canalizaron sus fraudulentos chanchullos a través de la empresa Mundo Azul. Como accionistas de esta sociedad figuraban los acusados María Rosa Melgar Foraster; su marido, Luis María Caballero Roig, y María Foraster. Mundo Azul instaló su sede, en septiembre de 1990, en el número 9 de la calle de Antonio López Aguado. Los acusados amueblaron el local, con lujo y sin reparar en gastos, para dar apariencia de solvencia y estabilidad, y comenzaron a lanzar su sofisticada mercadotecnia sobre potenciales clientes a los que atraían con el cebo de premios. Del contacto con los clientes se ocuparon, según el fiscal, los también acusados Raquel Carballo, Asunción Gómez, Juan Esteban (contable de la empresa) y Miguel Sarmiento. Cada uno de ellos se enfrenta a penas de ocho años de cárcel. Dos de los procesados, tras ocultarse con el dinero en un país extranjero, fueron detenidos con posterioridad e ingresaron en prisión, según fuentes jurídicas. El juicio contra estos presuntos estafadores, que vendían en multipropiedad apartamentos que ni siquiera poseían o estaban hipotecados, se celebrará el próximo mes de junio en la Audiencia de Madrid.

Los presuntos estafadores captaban a sus víctimas ofreciéndoles premios ficticios

Para captar a los clientes, los presuntos estafadores se valieron de anuncios y llamadas telefónicas. El cebo siempre era el mismo: "Buenos días, señora, le llamó para felicitarla: ha sido usted agraciada en un sorteo con una semana de vacaciones en un apartamento de Benalmádena". Para recibir el premio era imprescindible que el matrimonio premiado acudiese a una cita con una empleada de la empresa.Si en la conversación telefónica la inesperada interlocutoria repetía machaconamente la palabra premio, una vez en la sede de la empresa esa palabra pasaba a un segundo plano. La fachada de la sede de Mundo Azul ocultaba una agresiva estrategia de mercadotecnia con agasajos por doquier. "Te bombardeaban la cabeza con vídeos, charlas, premios... Te volvían loco y firmabas lo que fuese. Al día siguiente te preguntabas: '¡Dios mío! ¿Pero qué he hecho?", explicaba ayer a este periódico un afectado.

Entrar allí y salir sin perder dinero, y sin firmar nada, requería una fuerte dosis de frialdad. "Precisamente hoy, y sólo hoy, tenemos una oferta inmejorable para comprar algunos de nuestros apartamentos, durante una semana al año, en Benalmádena", solían explicar las aleccionadas empleadas. "Sólo tiene que dejar a cuenta 25.000 pesetas. El resto del dinero, en los próximos días, cuando vengan ustedes a firmar la escritura". Ciertamente, se concretaba otra cita en la que los clientes pagaban el resto del dinero. Sin embargo, salían de allí sin las escrituras. Al llegar el periodo de vacaciones comprado, los clientes de Mundo Azul se toparon con una situación esperpéntica. O no existía el apartamento prometido o, si lo había, se hallaba ocupado por otra familia, y en el mejor de los casos, precintado. En este último estado se lo encontró, por ejemplo, un catedrático de universidad de Las Rozas.

El matrimonio, formado por A. D. F y C. M., desembolsó casi un millón y medio de pesetas por el disfrute vitalicio durante dos semanas al año de un apartamento que les vendió Mundo Azul en la urbanización Benal Beach de Benalmádena. El fiasco fue terrible. Al preguntar por la llave en la recepción de la urbanización y exhibir la documentación facilitada por Mundo Azul, el conserje les dijo que no podían ocuparlo. En este caso, efectivamente, existía tal apartamento en la urbanización. Pero sólo uno, y además, según la investigación judicial, hipotecado. Los propietarios de la urbanización habían cortado la luz, el agua y el resto de los servicios por impago de los recibos. Mundo Azul cobró a los clientes, aparte del precio del piso por el tiempo contratado, los gastos de comunidad, pero este dinero también desapareció.

El citado matrimonio, con todo el menaje vacacional encima y tras el largo viaje desde Madrid, optó por alquilar otro y quedarse en Málaga durante tan envenenadas vacaciones. "Llamamos por teléfono a Mundo Azul, en Madrid. Un chico nos dijo que lo sentía, pero que él no era responsable de nada". Algo de más suerte tuvieron Valentín Cobos, su esposa, un hijo de ambos y un cuñado. "Al llegar a la recepción y decirle al conserje que éramos de Mundo Azul casi se echa a reír", comenta. "Al final, como deferencia del complejo, nos dieron la llave, restablecieron la luz e incluso nos dejaron bañarnos en la piscina", añade Valentín.

A otros les fue aún peor, según las pesquisas judiciales. Al llegar, en la fecha en que teóricamente tenían derecho al disfrute del apartamento, se encontraron con que estaba ocupado por otra familia. Todos volvían a Madrid encorajinados y con una tremenda sensación de ridículo. Pero no se pudieron desahogar: los responsables habían desaparecido.

Mundo Azul cometió dos tipos de estafas, según el fiscal. A 83 de los 126 afectados les vendió un mismo apartamento, el de Benalmádena, por cantidades que oscilan entre 500.000 pesetas y los dos millones. A los 43 restantes los atrajo hasta su oficina con la falacia de los premios. Les regalaban dos semanas de estancia vacacional en otro inmueble malagueño. En realidad, para disfrutrar de esa estancia tuvieron que pagar extrañas y rebuscadas cuotas, de unas 100.000 pesetas por cabeza. Y al final, tampoco la disfrutaron.

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