El Madrid roza las semifinales

En el segundo partido de la serie emergió el TDK de siempre y aparecieron, como consecuencia lógica, los problemas para el Real Madrid. Tantas y tan sólidas fueron las trabas que puso este vez el cuadro manresano que el equipo madridista anduvo flirteando con la derrota todo el camino. Y si finalmente la pudo evitar se debió a la profundidad de su rica plantilla. En una batalla de larga duración y cruda intensidad como es una eliminatoria a cinco partidos, la diferencia de recursos de ambos equipos adquirió rango de clave definitiva. Aunque si Peñarroya acierta con su triple a dos segundos del final y con 86-84 en el marcador, ésta y otras teorías se habrían diluido en el corrosivo, por letal, juego manresano.Desequilibradas las fuerzas de los quintetos iniciales a favor del TDK, que llegó a mandar hasta el minuto 12 (27-32), correspondía el turno a los revulsivos procedentes del banco. Y ahí la ventaja es clara para el Madrid. Donde Maldonado ponía a Moraga, Obradovic situaba a Orenga y Morales; si la rotación afectaba a los aleros y Capdevila entraba para dar minutos de descanso a Peñarroya, el Madrid respondía con Angulo y se permitía el lujo, además, de prescindir de Smith y Santos.

Era un TDK reconocible el que agobiaba al Madrid con su defensa zonal, con su seriedad, con su juego inteligente y casi carente de errores. Y con sus dos pívots estadounidenses, Hall y Sallier, que forman probablemente la mejor pareja de postes de la ACB. Por todo ello, y por la sabia dirección de Creus en el parqué y de su técnico desde la banda, el Manresa se mantuvo en todo momento a la vera del Madrid (45-45) en el descanso, 69-68 en el minuto 34, agazapado y expectante para asestar el golpe de gracia al menor signo de debilidad. Aquél, sin embargo, no hizo acto de presencia porque el de ayer fue un buen Madrid, ratificando la imagen de seriedad ofrecida en el partido del sábado. Encontró esta vez el Real el toque de distinción gracias a sus aleros: Bodiroga, Herreros y Angulo.