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Tribuna
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Efecto 'A'

La intensa eliminatoria Ajax-Atlético ha dejado al menos dos conclusiones definitivas: la de que no siempre gana quien más lo merece y la de que no siempre se impone el dinero. La primera de ellas absuelve al Atlético, la segunda redime al Ajax. Adicionamente ha causado dos efectos: Kiko Narváez ha encontrado un lugar entre los mejores delanteros de Europa, lo cual es una buena noticia para el fútbol español, y el Ajax sigue haciendo compatible su vocación de equipo ganador con su tradición de club nodriza, lo cual es una excelente noticia para el fútbol mundial.Hay, en los casos de Kiko y el Ajax, una inspiración que confirma un antiguo principio natural: a poca paciencia que lo acompañe, el talento conduce invariablemente al éxito. Sin, embargo, hay en el club holandés una misteriosa cualidad, un recurso mágico, que consiste en un poder para reemplazar lo irreemplazable. ¿Tan lejos llega su fascinación?Un día, Stefan Kovacs y Rinus Michels, dos estrategas solitarios y un poco chiflados, se sublevaban en Holanda; reunían a Cruyff, Keizer, Haan, Suurbier, Neeskens, Rep y Krol; proclamaban el fútbol total, y conquistaban Europa jugando al primer toque.

Los estéticos se apresuraron a dar un veredicto contradictorio: "con esos soldados también la conquisto yo", murmuraron. En eso llegó de Italia y España el hombre del talonario, y se llevó a los artistas a los grandes coliseos del sur. Los escépticos proclamaron el final del dominio holandés, pero en el último momento, movida por los hermanos Van de Kerkof, la Naranja Mecánica volvió a zumbar.

Desde entonces, año tras año, el hombre del talonario regresa a Amsterdam, y se lleva a los artistas que prefiere. Gullit, Van Basten, Ríjkaard, Bergkamp, Kanu, Seedorf, Finidi, Bogarde y Davis se han ido tras él, como los niños tras el flautista.

Pero prodigiosamente, un minuto después, movida por los hermanos De Boer, la Naranja Mecánica vuelve a sonar.

Y dentro de un año el hombre del saco se llevará a Kluivert, Babangida, Musampa y Dani, y luego, invariablemente, la Naranja Mecánica seguirá rodando. ¿Cuál es su verdadero secreto?

Nunca lo sabremos. Para descubrirlo habría que jubilar al hombre del talonario. O, mejor aún, canjearlo por un espía.

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