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Zabel lidera la llegada del 'sprinter' nuevo

El alemán gana una Milán-San Remo en la que los favoritos no pudieron atacar

Los sprinters ya no son aquellos muebles que se quedaban cortados en un puente de ferrocarril. Los sprinters son ahora corredores- completos, como los buenos, pero más rápidos todavía. Sólo faltaba la prueba de la Milán-San Remo para demostrar una afirmación que ya corría en el último año por boca de todo el pelotón. Erik Zabel, un alemán de 26 años, hecho físicamente con los métodos de la antigua Alemania del Este, fue el encargado de refrendarlo. Ganó al sprint por delante de Elli y Conte.Los Jalabert, Museeuw, Bartoli y demás favoritos, que esperaban poder marcar la diferencia en el Poggio, los encargados de sufrirlo: la Milán-San Remo, la classicissima, el consensuado Mundial de primavera, se ha convertido en otra carrera de sprinters. Que alguien lo remedie. Para más desgracia, Jalabert y Museeuw sufrieron una espectacular caída, en la que también se vio involucrado Sciandri, cuando luchaban por la quinta plaza. Ambos sufren fuertes contusiones y dolores, pero, aparentemente, ninguna fractura. Todo, a una media de más de 42 por hora para los 294 kilómetros de la clásica más, larga.

La introducción del Poggio -un pequeño montículo mirador de San Remo- en 1960 dio carácter a la carrera y actuó de examen de selectividad en los rangos del pelotón. Pero cuando, en 1980, Pierino Gavazzi ganó en un sprint masivo, los organizadores decidieron introducir, en 1982, otra dificultad, la Cipressa, 16 kilómetros antes. 15 años más tarde, ambos obstáculos son pan comido para unos corredores, como Zabel, capaces de mover el 54 x 13 en rampas del 6%, y el 54 x 11 en las llegadas como un molinillo.

"Se ha subido el Poggio a 50 por hora", dice Manolo Sáiz, director del ONCE. "Evidente mente nadie puede demarrar a 60 y en subida". Algo intuyeron que no cuadraba los corre dores de demarraje seco -los favoritos: Konishev, Bartoli, Museeuw, Jalabert- cuando subiendo la Cipressa los sprinters no se quedaban; ni tampoco cuando sus equipos estiraron la cuerda para hacer la selección antes del Poggio. Llegaron los velocistas frescos. Subiendo la colina, intentaron distanciarse Pantani, Konishev, Bartoli, Sorensen y Ferrigato, pero como una aspiradora los absorbieron un grupo de 45 liderado, cómo no, por otro sprinter, el belga Van Petegem. En el descenso, conducido por Sorensen, el hombre sin miedo, Zabel se lo tomó con calma, a la zaga del grupo. "Tenía miedo", declaró, él, un hombre capaz de meterse por huecos inverosímiles a 70 por hora. "Después, en la recta final, vi que había un hueco y por ahí me colé".

Erik Zabel, maillot verde del último Tour y ganador de otra clásica de la Copa del Mundo, la París-Tours de 1995, ésta sí, tradicional predio de sprinters, ya mostró su nueva cara ganando la Vuelta a Andalucía a principios de año. El corredor del Telekom es el primer alemán en ganar en San Remo desde Rudi Altig (1968). Su día de gloria ha sido especialmente largo: a las 6.20 tenía que madrugar, al igual que 19 corredores más, para someterse a un análisis de sangre prescrito por la UCI.

Sólo un español, Mlkel Zarrabeitia (ONCE), logró entrar en el grupo selecto del sprint final. Santi Blanco (Banesto), que también coronó el Poggio por delante, se vio cerrado en una curva del descenso por un ciclista del TVM y perdió contacto con el grupo. En otra caída, producida en la Cipressa, se vieron envueltos Arrieta y Aparicio.

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