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Tribuna:ESTAMPAS COTIDIANAS
Tribuna
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Lo que queda en el armario

No puedo decir que haber ganado el 40º título de mi carrera como entrenador del Barcelona haya cambiado mi vida. En realidad todo sigue igual, mi actitud con la gente que me rodea, mi rutina en el trabajo. Nada se ha modificado por esta circunstancia. El título lo obtuvimos el sábado. Y el lunes proseguimos con los entrenamientos y pasé muchas horas estudiando a nuestros próximos rivales de la Copa de Europa en el vídeo.Sin embargo, sí es cierto que cada vez que el equipo corona un campeonato de Liga -el objetivo prioritario de cada temporada- no puedo evitar una cierta nostalgia que me lleva a echar la vista atrás. La gente suele quedarse con la parafernalia de los éxitos y olvida, porque lo desconoce, que nada llega por generación espontánea: siempre son el fruto de un duro trabajo y de una planificación.

Y, en mi caso, son también la consecuencia de una serie de circunstancias intrínsecas de mi personalidad que han ido marcando toda mi trayectoria profesional. Mis métodos actuales de trabajo no se alejan tanto de los que ya intentaba implantar hace, 27 años, cuando tenía 17 en el equipo que dirigía en el colegio SAFA. Hacíamos coordinaciones, planificábamos jugadas estudiadas, cosas que copiaba del baloncesto, y la gente nos tildaba de mecanos. Aquello que era tan mal visto entonces ahora lo aplica todo el mundo.

Cuando comencé a entrenar al Barca, con 30 años, se entendió mal que un chico tan joven adquiriera tal responsabilidad. Fueron momentos muy difíciles para mí, porque debía dirigir a quienes hasta, hacía unos meses habían sido mis compañeros de equipo. Pero, paralelamente, sentía que tenía el respaldo de los jugadores. Y le pedí a Pepe Vilà [ex entrenador azulgrana] que me ayudara. Entré para cinco meses. Pero ganamos la Recopa y la Copa del Rey y aquello me valió la renovación.

En los 13 años que llevo entrenando al Barça he pasado por momentos duros que han afectado incluso mi vida personal. La relación con los jugadores no siempre es fácil. En muchas ocasiones entienden mal que les impongas una multa, que les sanciones, que prescindas de ellos o que les comuniques que no tienen sitio en el equipo. Pero para mí, por encima de cualquier amistad está la disciplina y el equipo. Y mantener todo eso me ha costado muchas noches sin dormir y algunos amigos.

Otra reflexión que suele venirme a la cabeza en momentos como estos: sin el apoyo del presidente Núñez nada habría sido posible. Cuando Núñez me fichó sabía muy bien quien era yo. Hay una anécdota que nunca he contado, pero que nos ayudó a conocernos. En 1980 yo era el capitán del equipo. Ganamos el título de Liga. Y en la fiesta de celebración, que hicimos junto a los equipos de baloncesto y hockey sobre patines, hablaron todos los capitanes menos yo, que fui sustituido por un compañero. Aquello me dolió mucho. Y comuniqué que ya nunca más sería capitán. Hubo un revuelo en el club y Núñez habló conmigo para insistirme que regresara a la capitanía. "Dígame lo que usted haría en mi caso y yo lo haré exactamente igual", le respondí. Nunca más volvió a hablarme del tema. Y siempre se lo he agradecido.

En todo eso he estado pensando en los últimos días, tras ganar el título de Liga. Creo que son esas cosas que habitualmente se quedan en el armario, las que han hecho posible que, con el apoyo de Toni Rubiella, de Paco Seirul.lo, el doctor Gutiérrez y de Juan Marín (delegado), ahora tengamos al equipo más profesional de mi etapa azulgrana, y las que hay que valorar para entender el increíble momento deportivo que vivimos.

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