"Un puente entre el pasado y el futuro"

"La moneda es un puente entre el pasado y el futuro", gustaba citar a Keynes y, aunque el economista inglés se refería al papel que esa mercancÍa juega en la vida económica, lo cierto es que también sirve para enlazar los hábitos actuales con los de nuestros antecesores.Hoy, una familia media de tres miembros gasta un mínimo de 30.000 pesetas en alimentación, según la Organización de Consumidores y Usuarios, una cifra que hace 60 años no ganaba ni un ministro, oficialmente, al menos. Pero no hace falta remontarse tan lejos para ver cómo la peseta ha perdido valor adquisitivo.

Al comienzo de la transición democrática, en 1977, el cine no costaba más allá de 20 duros, el litro de gasolina no superaba las 30 pesetas, se podía viajar en metro por seis y un periódico costaba 10. Un litro de leche valía 35 pesetas, más que un litro de vino, y 10 pesetas pedían por una caña de cerveza en la mayoría de los bares.

Así, el objetivo de gobiernos y autoridades monetarias ha sido conseguir una estabilidad de los precios que, según la definición de Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal (el banco central de EE UU), supone una tasa de inflación lo suficientemente reducida que no distorsione los procesos de toma de decisiones por parte de los agentes económicos en los ámbitos de consumo, producción ahorro o inversión.

"No se debe olvidar que el correcto funcionamiento del sistema económico implica cambios constantes en los precios relativos", afirma José Luis Malo de Molina, director del Servicio de Estudios del Banco de España. "Y la existencia de costes de información y de incertidumbre determina un comportamiento asimétrico, según el cual las reducciones en los niveles de precios son más costosas que las elevaciones, por lo que una cierta tasa de inflación, aunque sea pequeña, puede ser inevitable".