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Tribuna
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Futuro

Para rebatir a quienes se atreven a simpatizar con los okupas, los economistas de la Escuela de Pinochet utilizan respuestas del estilo "a ti no te gustaría que entraran en tu casa y se quedaran allí". Lo cual es un argumento mendaz, porque lo que ocupan los jóvenes son edificios vacíos, que permanecen sin utilizar, bien por desidia, bien por afanes especulativos, mientras que los chicos carecen de instalaciones donde reunirse y organizarse para una vida mejor.Pero, aun así, a lo mejor preferiría que entraran en mi casa y se quedaran -si tuviera una casa de propiedad- antes que compartir, por ejemplo, una cena con un economista de la Escuela de Pinochet. Una es muy rara.

Me parece que lo peor de cuanto está ocurriendo en tomo al fenómeno okupa, que podemos empezar a llamar movimiento, pues se está desarrollando simultánea y unánimemente en muchas de nuestras ciudades -y recibe también, en cada caso, el mismo tipo de respuesta obtusa y autoritaria-, no es la actuación represiva de las fuerzas del orden, al servicio de los intereses de los bien pensantes, incluidos quienes confunden las manifestaciones culturales con una sesión de espiritismo.

Lo peor es la indiferencia con que asistimos a una de las manifestaciones sociales más interesantes de nuestro tiempo: la capacidad de numerosos muchachos y muchachas para unirse, organizarse y poner en pie, en condiciones harto precarias y sin ayuda, el tipo de actividades de las que quieren disfrutar.

Deberíamos sentirnos orgullosos, y los munícipes tendrían que ser capaces de ofrecerles alternativas con futuro, y no un proyecto de comisaría y celda.

Antes de que, una vez más, en otro asunto más, sea demasiado tarde para todos.

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