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Desvelos por un beso

100.000 fieles custodiaron en la calle y durante dos días a Jesús de Medinaceli.Los fieles de Medinaceli acudieron a la basílica a pedir salud y trabajo

Paz Álvarez

La tradición volvió a cumplirse. Las mismas imágenes de cansancio, ilusión y espera, e iguales promesas, como cada primer viernes de marzo ante el Cristo de Medinaceli (distrito Centro).Unos 100.000 devotos aguardaron durante varias horas para besar el pie -el derecho como es la costumbre- del Cristo, que este año tras su restauración y para asombro de muchos estaba protegido por una lámina de metacrilato.Algunos, los más impacientes y pacientes a la vez, reservaron y defendieron durante más de dos días, en plena calle de Jesús de Medinaceli, los primeros puestos de una fila que, en la templada madrugada del viernes y a lo largo de todo el día de ayer, se prolongó por el paseo del Prado hasta la glorieta de Atocha."Llevo aquí desde el martes por la noche. Nos hemos ido turnando día y noche, mi marido, mis tres hijos y yo. Quiero que seamos de los primeros en besar a Jesús y darle las gracias por todo lo que nos da, que es mucho. Salud y trabajo, eso es lo importante", decía una señora del barrio de Vallecas, desde su envidiado puesto.

Hubo otros, como unos vecinos de Arganda, que hicieron la promesa de recorrer los kilómetros de la carretera a pie.

"Quiero aprobar una oposición"

Andando desde el pueblo de Manojado, en Toledo, hizo el camino el pasado jueves Luis Salvador, un hombre de unos sesenta años. Invirtió en el asfalto, además de fatiga, más de ocho horas, según dijo. Quería dar las gracias a Jesús de Medinaceli por haber "salido con vida" de una delicada operación quirúrgica.Antes de entrar por la puerta lateral de la basílica, destinada a las más de 10.000 personas que llegaban de toda España en peregrinación, comentaba.: "Siempre que nos pasa algo venimos a pedir al santo, pero cuando nos ayuda es de justicia darle las gracias. Y yo he venido porque quiero agradecerle todo lo que me ha ayudado", decía el toledano.

Un grupo de vecinos de Arganda del Rey también recorrió a pie los 25 kilómetros del trayecto hasta llegar al centro de la ciudad. Era la primera vez que Concepción Álvarez, una de las peregrinas, caminaba tanto. "Lo he hecho porque tengo mucha fe en él, y para darle las gracias por todo lo que tengo", explicaba. Avanzaba la medianoche y cada vez quedaba menos para besar el pie del Cristo, una talla de madera de 1640 de autor desconocido, encargada en Sevilla por los duques de Medinaceli, custodiada por los monjes capuchinos y con más de una batalla a sus espaldas. Del convento sevillano fue robada en el siglo XVII y trasladada a Tánger. Una vez recuperada y devuelta a su origen, la guerra civil y el bando republicano volvieron a menear de su sitio al santo, que en esta ocasión Viajó hasta Ginebra junto con otras imágenes. En 1940, la figura de Jesús de Medinaceli regresó a Madrid. Y fue ahí donde arrancó este fervor, que cada año pone a prueba la paciencia y la devoción de miles de personas.

Como María Antonia Navarro, de 26 años, que aguardó junto a su madre en la cola durante más de 16 horas. "Hemos venido por devoción y porque necesito aprobar unas oposiciones. Estoy segura de que me, ayudará", decía con gran convencimiento la chica. Muchos pedían un trabajo; todos, salud, y casi nadie, dinero. "Al santo no se le piden esas cosas. El dinero hay que ganarlo con el trabajo. Lo más importante es tener salud", decía una vecina de Cuenca, habitual todos los años en el besapiés de Medinaceli. "Salud" era el escueto deseo de Claudio Ruiz, de 65 años.

Entre oración y oración, los feligreses consumían agua y entonaban el cuerpo con algún café caliente. Los camareros de un bar próximo a la basílica se quejaban de la austeridad de los fieles. "Aquí, nada de canapés ni raciones, como mucho toman un café. Y además, como los coches no pueden pasar los clientes habituales tampoco vienen", comentaba uno de ellos. Los voluntarios del Samur atendieron al menos a 40 personas de espasmos, cansancio y ampollas en los pies. Mientras, en la calle, continuaba la lenta y parsimoniosa procesión.

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Sobre la firma

Paz Álvarez
Periodista especializada en gastronomía. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, tiene un programa de desarrollo directivo por el IESE. En 1993 comenzó a escribir en la sección de Madrid y, en 1997, se incorporó al diario CincoDías, donde creó la sección de Directivos y ha sido jefa de la sección de Fortuna hasta 2022.

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