_
_
_
_

La 'abuela' de la Comunidad

Gregoria Fernández, de 109 años es la anciana de más edad de los asilos de Madrid

A pesar de su avanzadísima edad, Margaritá Ruiz Hernández, que celebró ayer 103 años en Las Rozas, no es la. mujer más anciana que vive interna en una residencia de la Comunidad de Madrid. Los 109 años de María Gregoria Fernández González la acreditan con ese título. Doña Gregoria, como prefiere que la llamen, nació el 12 de marzo de 1887, vive desde 1989 en la Residencia para Personas Mayores de la Comunidad en Manoteras; se hace la cama todos los días, cuida de dejar la puerta y la ventana de su cuarto bien cerradas cuando sale "para que no roben", y sabe ya "más que los médicos", según declaró ayer ella misma.Doña Gregoria tiene la sonrisa desdentada, el cuerpo curvado, está llena de arrugas y padece: esclerosis. "Cada vez que me muevo me cascan los huesos. ¿Ves?, ahora me duele aquí", y refuerza su palabra señalándose el hombro derecho. Ha perdido mucha vista: "Cuándo te miro [dirigiéndose al periodista] sólo veo tu figura, no veo tu cara. A ver si puedes decirle a los médicos que me den unas gafas o algo, que puedo pagarlas porque aún tengo algo de dinerito", pedía ayer. Tampoco oye bien: hay que hablarle al oído. Por si fuera poco, le falta el dedo meñique de su mano izquierda: "Me lo corté yo misma con un hacha mientras cortaba leña Para una cocina antigua, de las de lumbre", explico.

Sin embargo, Fernández mantiene el espíritu fuerte y una actividad envidiable a su edad: "Es muy independiente y ella misma se autorregula la jornada, las horas de comer, de dormir y demás", comenta una auxiliar. Ella dice de sí misma que tiene la sangre "muy sana y más clara que el agua". Cuenta que en la vida ha "peleado mucho". Nació en El Cerro, un pueblo de Salamanca. Allí trabajó en el campo. Luego se fue a Portugal, donde vivió cinco anos con su suegro, "al que mataron los moros", dice, pero no sabe precisar la época. Supuestamente fue durante la guerra civil. Ha trabajado como asistenta en casas de Madrid y de limpiadora en el cine Capitol. "Sólo pido que Dios se acuerde de mi, que suenen las campanas y yo ya, descanse", dice. Su memoria está algo difusa y narra sus experiencias de manera un tanto inconexa. Estuvo casada y tiene' un, hijo de 70 años que la visita regularmente. El parto de ese retoño duró toda la Nochebuena. Se jacta de que su nieto trabajó como guardaespaldas del Rey porque "era muy buen mozo", dice.

Aunque no ve la televisión, asegura que la vida ha cambiado "como de la noche al día de antes a ahora". Mantiene la mente fresca y se queja de la falta de atención que hay en la residencia de Manoteras: "Aquí hace falta más gente, sobre todo por las noches. Alguna vez me he levantado a orinar lamenta. "Escribe que mi compañera de habitación no me deja dormir, que quiero que me pongan a otra o me lleven a otro sitio", concluyó.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_