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Gorgoritos en ciernes.

29 jóvenes valores del 'bel canto' disputan el Premio Francisco Alonso

Pocos concursos son tan dados a la tragedia como uno de canto operístico. Asoman sopranos, contratenores, barítonos y bajos de entre bambalinas con el rostro empalidecido de puro pánico, murmurando por enésima vez la letra del aria o la romanza en cuestión, y les recibe un auditorio imperturbable al que jamás se le escapará un miserable aplauso. La tensión espesa la atmósfera hasta hacerla casi irrespirable: el espectador no escucha al cantante; se conforma con sufrir con él, aunque no le conozca de nada, y con imaginar el rictus severo del jurado, escrutando cada nota y cada movimiento hasta percibir alguna leve imperfección. Es un ritual adusto y solemne al que se someten 29 jóvenes promesas del bel canto, pero del que sólo podrán salir indemnes los mejores. Cosas que pasan en el Certamen Internacional Francisco Alonso, quizá el más prestigioso en el mundo de la zarzuela y del que se celebra estos días en Madrid su séptima edición.En anteriores convocatorias salieron triunfadores voces hoy reconocidas, caso de la soprano Milagros Poblador o de Luis Dámaso. En esta ocasión se pelean con el miedo escénico rnujeres como Marta Toba, una soprano madrileña de 29 años a la que, media hora después de su actuación, aún le sigue aflorando una media sonrisa nerviosa. "El canto es algo muy abstracto", reflexiona. "No se parece en nada a pulsar una tecla del piano. Aquí, cada nota suena completamente distinta".

Sus incursiones en La Bohème y La del manojo de rosas fueron recibidas por la distinguida audiencia, como sucedía con todos los demás concursantes, con gesto impávido. "Por lo menos, podían aplaudir un poquito al empezar" protestaba Charo Picazo, una bilbaína de 30 años. Charo bordó una romanza de El barberillo de Lavapiés, pese a que cuando pisó el escenario tuvo -confesaría después- una angustiosa, sensación: "que se me había olvidado toda la letra, de principio a fin".

Y es que el género chico, protagonista de enconados debates sobre su abolengo musical, sigue contando con jóvenes y entusiastas defensores. Que le pregunten, si no, a Pablo Pardo, un simpático santanderino de 22 años. Cuando apareció sobre las tablas con esa graciosa media perilla y sus zapatillas deportivas negras, cualquiera le podría haber tomado por un devoto de Bruce Springsteen. Pablo no le ha contado a ninguno de sus compañeros de Formación Profesional esta "vida oculta" suya entre arias y lieder. "Creo que se morirían de risa", objeta, "y yo, que soy muy tímido... Pero mis padres y abuelos fueron cantantes, y desde que nací he escuchado ópera en el tocadiscos de casa".

Ni siquiera la juventud de este muchacho movió a alguna sonrisa de complicidad en el auditorio. Señores y señoras, mantuvieron imperturbable su semblante circunspecto, la cara recostada sobre índice y pulgar. Lo que es solemne, es solemne. Y en el Francisco Alonso, nombre de maestro ilustre, hay mucho en juego: 800.000, 400.000 y 200.000 pesetas para los mejores gorgoritos en ciernes.

Certamen Internacional Francisco Alonso. Hasta el viernes. Sala Eloy Gonzalo de Caja de Madrid (Eloy Gonzala, 10, metro Quevedo). 17.00. Entrada libre.

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