San Mamés, a los pies de Urzaiz
Su caso era el de un futbolista desheredado, de los de imposible recuperación para la causa. En sus tres primeros años en la máxima categoría fue de acá para allá, mareado: Albacete, Celta y Rayo. Presentaba unas estadísticas lacrimógenas. Tres goles consiguió en ese periodo, a uno por año. Menudo negocio. Emigró a Salamanca y poco después el Espanyol le echó el guante. Comenzó a jugar algo más que 10 minutos. Y llegaron los goles. El Athletic aflojó 500 millones y allí se fue. Clemente le hizo internacional, pero San Mamés ansiaba contemplar algún gol suyo. Porque no había manera. Ayer hizo tres. El primero, pleno de habilidad, el segundo, de exactitud, y el tercero, sencillamente, de museo. La Catedral se inundó de pañuelos en honor de quien, por fin, ejerce de héroe: Ismael Urzaiz.Culpable de ser árbitro. El asunto debe resultar desesperante. Salta uno al césped con la intención de verlo todo, de no equivocarse, de repartir justicia como manda la ley, y se encuentra con que antes de pegarle el primer soplo al silbato ya le están mandando al infierno, por el mero hecho de pertenecer a un colectivo que, dicen en Almendralejo, está en guerra con el Extremadura. Fernández Marín vio 11.000 pañuelos negros a su alrededor. A nadie extraña que comenzara el partido dos minutos antes del tiempo previsto y se le volviera a adelantar el reloj tras el descanso. Quería irse raudo de allí, alejarse de aquel estadio tan oscuro. Fernández Marín fue ayer culpable. ¿De qué? De ser árbitro.
El primer triunfo de Silva. No hay duda de que Carlos Alberto Silva tiene ganas de agradar. Y que se le da bien la diplomacia. A Toshack nunca le perdonó la afición que castigara a Fran y a Djukic, que pusiera cara a la pared a sus dos futbolistas más queridos. Detalles de ese tipo le llevaron la pasada semana a su domicilio. Silva, nada más llegar, supo sacar una sonrisa del rostro de una afición herida y crispada. Djukic, que se rompió la nariz en el empeño, y Fran, fueron titulares. Ése fue su primer y único triunfo.
Paquito aguanta. Lo dijo la presidenta: "Estoy indignada, enfadada y triste, pero Paquito se sentará el miércoles en el banquillo de Vallecas". Parecía el suyo un cese anunciado, siendo los Ruiz Mateos tan aficionados al despido. Pero Teresa Rivero disipó los rumores y el Rayo, de momento, seguirá hablando el no menos original lenguaje de Paquito.
Los "lentejas" de Benito Floro. Si el castellano ya es de por sí prolijo en vituperios, Benito Floro le ha añadido uno nuevo. Ayer les llamó a dos de sus jugadores, Pablo y Avelino, "lentejas". Ocurrió que ambos le pidieron el cambio. El técnico accedió y el público aireó su desacuerdo. Y aquéllos, en vez de hacer algún gesto que demostrara que ellos habían solicitado el relevo, se fueron a toda prisa al vestuario, dejando a Floro como culpable de su voluntario abandono, lo que al parecer significa ser uña legumbre.
El Celta golea y se lesiona. Hubo un momento en que el Celta prefirió no marcar más goles. Llevaba dos, pero a qué precio. Marcó Alejo e inmediatamente se fue al vestuario, lesionado. Marcó Mostovoi y tras celebrarlo vio cómo su compañero Ratkovic abandonaba roto la nave. Cualquiera se atrevía a hacer un tercero. Pero apareció por allí Revivo, valiente él. Y lo hizo. Y salió indemne.
Kily no perdona. Es evidente que Kily González no distingue entre amigos y enemigos. Bilardo es de los segundos. Le conoció en el Boca Juniors y aún no se le ha olvidado que intentó agenciarle un espía para controlar su cariño a la noche bonaerense. La pasadajornada le hizo un gol al Sevilla de Bilardo. El sábado se cruzó con Valdano, que hizo lo imposible por llevarle en su día al Madrid. Enfrente había un amigo, sí, y con problemas. Pero Kily no le perdonó: otro gol.
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