Nadie gana, dos pierden
El empate del Madrid y el Betis, después de un partido movido, no decide nada en el futuro de la Liga
El Betis presentó su alternativa en Chamartín en una noche esperada, supuestamente crucial, pero al final menos trascendente de lo previsto. El empate no resuelve la vida a ninguno de los dos equipos. Todo esto en lo que respecta a las consecuencias del partido. El producto, es decir, el juego, fue interesante en ocasiones, emocionante siempre y dispar en lo que se refiere a la calidad. Nadie, se sintió dueño de verdad del encuentro, que atravesó varias fases y se ajustó a las cualidades y los defectos de los, dos equipos, como se observó en los goles, que volvieron a poner bajo sospecha las carencias madridistas en el juego aéreo.Los dos equipos estuvieron en su ley, con dos estilos muy reconocibles. El Betis hizo su mejor trabajo cuando encontró a sus dos extremos, Jarni y Finidi, que metieron en dificultades a los laterales. El Madrid, todo velocidad y presión. Pero siempre hubo tiempo para las alternativas. O sea que se jugaron muchos partidos en uno, quizá porque nadie impuso sus condiciones.
Como el encuentro se dividió en varios actos, el Betis ganó el primero. La razón del punzante juego del Betis estuvo durante esos instantes en su capacidad para explotar el juego por los costados Finidi y Jarni son gente en el fútbol, dos jugadores amenazantes listos, veloces y hábiles. Ambos ayudaron a producir el primer gol, que tuvo mucho de fútbol de toda la vida. Jarni entró como una bala por su callejón. y metió el centro hacia el segundo palo. Nadie apareció por allí, pero en la banda contraria estaba Finidi, como en sus días en el Ajax. El resto fue una demostración de sentido común -una pared- y de desconocimiento defensivo, en este caso de Roberto Carlos, que perdió el oremus, como tantas veces. Finidi volvió a recoger y cruzó la pelota perfectamente, a media altura, con un poco de rosca. Si llegaba alguien desde atrás, era gol. Llegó Alfonso.
El Madrid se recuperó con otro ejercicio de voluntad. Presionó, aumentó sus revoluciones, consiguió recomponerse y finalmente encontró el juego que le gusta. El Betis se incomodó, perdió el rastro de la pelota y se descosió de forma manifiesta. Entre otros pequeños datos que ayudaron a la supremacía madridista en aquella fase estuvo el desplazamiento de Mijatovic a posiciones intermedias. Después de un largo exilio en esa Siberia que es la punta, Mijatovic se descolgó hacia las posiciones que más le convienen. Desde la banda o la media punta, sin dos centrales que le encimen, es un futbolista temible porque dispone de toque, regate, velocidad y capacidad de sorpresa en las llegadas. Y además en esas posiciones aparentementes blandas provoca la confusión de los defensores, o mejor aún, de esos marcadores que necesitan referencias fijas para sentirse cómodos. Ríos fue el principal daminificado de una situación que ofreció un excelente rédito al Madrid, que pronto consiguió el empate, magnífico en su elaboración y finalización.
El gol tuvo un efecto expansivo sobre el Madrid, cuyo fútbol se volvió más suelto de lo habitual, menos sujeto en definitiva a la mecánica del pelotazo y la búsqueda del rechace. Roberto Carlos coronó aquellos minutos con un remate monumental que se estrelló en la escuadra. Fue una manera de tapar las numerosas deficiencias ,que había mostrado frente a Finidi. Pero el Betis resistió y de forma casi imperceptible dio la vuelta al discurso.
Lo que necesitaba el Betis para recuperarse era el balón. Necesitaba la pelota para defenderse mejor, para descolocar al Madrid y para enfriar el partido. Lo consiguó en el último trecho del primer tiempo, de la mano de Alexis. El segundo tiempo siguió la misma línea dinámica., con el juego trepidante, tanto que el partido tuvo un aspecto roto en muchos instantes. El Madrid, convencido de la trascendencia del partido, buscó con insistencia el gol, que se concretó en un centro desde la izquierda que cabeceó Panucci con un frentazo, su especialidad. Claro que al mérito del cabezazo hay que añadir el demérito de Prats, que amagó, dudó y se quedó en la raya.
El partido estaba donde le gusta al Madrid. Tenía la ventaja y la capacidad para vivir del contra golpe, como quiere. Pero nuevamente volvió a demostrar que no tan fiable en el aspecto defensivo como se dice. Ultimanente las cifras decían otras cosas: que el Madrid había recibido ocho goles en los últimos cuatro partidos. Ayer encajó dos más. El segundo vuelve a desacreditar la capacidad del Madrid en el juego aéreo. Finidi marcó con la cabeza, como hace casi todo el mundo contra los madridistas.
En medio de un fútbol que se resintió por la fatiga de los jugadores y por la ausencia de alguien que se atreviera a poner algo de sentido en el juego, los últimos minutos discurrieron entre el insistente acoso del Madrid y el acuartelamiento del Betis. No sufrió demasiado porque Raúl tuvo una noche muy discreta, porque Seedorf volvió a dar una pobre impresión y porque los delanteros no recibieron el abastecimiento adecuado. El ejercicio tuvo mucho de voluntad y mucho de Redondo, que se echó el equipo a la espalda y lo llevó hasta donde pudo. Pero no recibió demasiada ayuda. El último acto fue improductivo. El resultado estaba escrito: era un empate. Como si hubiera justicia en el fútbol.
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