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FÚTBOL: CLASIFICACIÓN PARA EL MUNDIAL DE FRANCIA 98

La vieja historia

España volvió a resolver con facilidad un partido ante la selección de Malta

Santiago Segurola

Otra vez el viejo trámite con Malta. Cada cierto tiempo llegan estos chicos, reciben una tunda, se suman goles, se añaden puntos y todos felices. Así ha ocurrido desde que el fútbol es fútbol y así continuará la historia. España empujó un poco en el primer tiempo, derribó la resistencia de los malteses y marcó los goles que consideró conveniente, menos de los previstos en cualquier caso.Como no podía ser de otra manera, el partido siguió una dirección: hacia la portería de Malta. Fue un asedio constante, fatigoso, sin grandes recompensas porque esta clase de rivales son poco agradecidos. Lo normal es golear y a eso se aplicó el equipo español con decisión, quizá con un exceso de actitud. Aunque la vehemencia nubló un poco la perspectiva de los jugadores, la selección tuvo un interés muy profesional por el encuentro. Los malteses se sintieron intimidados ante la febril propuesta de España. El gol era inevitable. Tardó en llegar lo que tardaron en encontrarse Alfonso, Raúl y Guardiola.

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Antes del primer gol, sólo cabía preguntarse por el funcionamiento de Guardiola y Hierro, directores en comandita del juego español. El partido no sirve como referencia para medir el efecto conjunto de estos grandes jugadores, pero la impresión es que la mezcla es insatisfactoria. De sobre es conocido el interés de Clemente en contradecir a los entrenadores que colocan a Hierro como central. Y también es conocido el deseo de Hierro por trasladarse al centro del campo. Siempre le ha gustado acercarse al área y alcanzar posiciones de gol. Pero si como central su categoría es indiscutible -posiblemente el mejor de Europa en estos momentos-, como centrocampista provoca algunas dudas. Maniobra con cierta lentitud, juega de forma correcta pero predecible y produce un efecto disuasorio sobre su acompañante.

La duda sobre la compatibilidad de Guardiola y Hierro es razonable, pero este partido no ayudaba a despejarla. Aunque es cierto que al juego de la selección le faltó, un punto de claridad en el comienzo del encuentro, también era evidente que la victoria estaba asegurada. El gol de Guardiola abrió la veda. Fue un buen tanto. Alfonso conectó con Raúl, que metió el clásico pase para el llegador, un novedoso Guardiola en esta caso. Vamos que hizo de Guerrero o Caminero. Entró desde atrás, se llevó la pelota y metió levemente la puntera. Suficiente. El resto del partido discurrió cuesta abajo. Alfonso marcó el segundo y volvió a hacerlo recién comenzada la segunda parte. Salieron Hierro y Raúl y entraron Pizzi y Ríos, que jugó liberado de obligaciones defensivas, casi de media punta, atento a llegar al área con su físico imponente. Gente grande para sacar rendimiento en el juego aéreo. No ocurrió así. El juego se empasteló más de lo debido, probablemente por la progresiva pérdida de interés en hacer sangre con un rival rendido.

La segunda parte fue un desperdicio que los futbolistas sobrellevaron como pudieron. España simplemente hizo valer el peso de los jugadores y de la historia. El resto corrió a beneficio de inventario, uno de esos partidos que sólo sirven para asegurar los puntos y seguir la ruta de clasificación para el Mundial de Francia.

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