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La condena de Mateos

El primer futbolista sentenciado en España en un tribunal por agredir a un árbitro trabaja como jornalero

, Han pasado muchos años desde que Antonio Mateos Crespo, el futbolista condenado a siete días de arresto menor y a una indemnización de 250.000 pesetas, en el primer juicio que se celebra en España por agresión a un árbitro, soñaba con llegar a ser una de las estrellas del Barça, el equipo de sus amores. Ahora, a sus 40 años de edad, no tiene trabajo, su rostro está marcado por las cicatrices, sus costillas están cosidas y las rodillas tienen las huellas de siete viajes al quirófano. "Da mucha pena verlo. El fútbol no le dejó nada bueno", dice su esposa, Francisca Molina, madre de sus dos hijos (Mariam, de 16 años, y Juan, de 13).Él comparte la opinión a medias. Sabe que muchos de los futbolistas que no logran brillar con luz propia pasan los días alimentándose de nostalgias y sueños imposibles, pero que algunos lo logran y se inmortalizan. "Por eso, y pese a lo que me ha sucedido, quiero que mi hijo sea futbolista".

Lo que le pasó a él, según quienes lo conocen, es una injusticia. El jueves, el Juzgado de lo Penal número 3 de Jaén lo halló culpable de agredir al árbitro José Campos Raya, de 26 años. Los hechos sucedieron el 21 de mayo de 1995, cuando su equipo, el Villargordo, jugaba contra el Lupión, en un partido de Primera Regional correspondiente a la Copa Gobernadora, el equivalente en la región a la Copa del Rey.

Fue un día que él recuerda con nitidez. "Desde el primer minuto él partido fue difícil. Todo era un cachondeo. El árbitro decía a los jugadores del Villargordo: 'Aquí van a perder todos por narices'. Las faltas en contra de nosotros las pitaba para el Lupión. Era humillante". Faltando cinco minutos, Mateos, un jugador experimentando en mil batallas, explotó y empujó al juez, con tan mala suerte que éste se golpeó contra el banquillo y se destrozó la cabeza. El cuadro clínico reveló que el agredido sufrió traumatismo craneoencefálico.

Durante las tres horas que duró el juicio, Mateos reconoció haber golpeado al árbitro. "Lo hizo porque es un hombre muy honesto. La prueba de eso son los trofeos que tiene", asegura su esposa. En su casa de Villargordo hay 20 copas. Algunas son por sus méritos como delantero goleador; otras, por juego limpio: una paradoja.

Desde ese día volvió a jugar, pero a los 40 años. La vida le ha pasado factura por no haberse dedicado a otra cosa. Ahora, ocasionalmente, se va por el campo a recoger espárragos, pero le cuesta mucho trabajo caminar normalmente. Sus escasos estudios, de EGB, le impiden buscar otro empleo mejor. Su esposa también está dedicada a las actividades agrarias. Es recolectora de aceitunas. "Es un trabajo bueno, pero no nos da lo suficiente para pagar la indemnización", dice ella. Él, entretanto, se contradice: "Estoy asqueado del fútbol". ¿Conserva alguna ilusión? "Mi mejor sueño es que mi hijo sea futbolista".

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