El Valencia se rehace de su desastre copero
, En el fútbol intervienen muchos elementos pero el balón es el fiel de la balanza: quien lo tiene juega, quien no lo tiene corre. El Valencia se aplicó la terapia al dedillo y no perdonó ni una dosis del tratamiento. Su partido fue un diseño perfecto de cómo controlar al rival. Engonga, Fernando y José Ignacio sacaron de sitio y de quicio a sus oponentes, plantaron la bandera en el círculo central y auspiciaron la profundidad de Karpin y Otero. El gol del jugador ruso ratificó el dibujo valencianista.El gol, por tempranero, tenía un carácter psicológico pero en las condiciones anímicas del Valencia añadía un efecto milagroso para un equipo vilipendiado, humillado en la Copa y sometido por su afición a todo cúmulo de sospechas. En Anoeta dejó parte de su lastre.
La Real Sociedad, durante la primera mitad, se limitó a correr tras el balón sin fundamento alguno. La inoperancia de sus centrocampistas era comparable a la apatía de su banda izquierda, habitual fábrica de sueños para el equipo. Su único disparo a puerta fue un intento de De Pedro por sorprender a Zubizarreta desde 40 metros.
El Valencia tampoco amedrentó a Alberto una vez conseguido el gol. Controlaba el juego, el balón, el ritmo pero su ejercicio no se traducía en ocasiones. Jugaba cojo porque el joven Farinós era presa fácil para Fuentes por lo que el conjunto de Valdano quedaba reducido a la inspiración de Karpin y la brega incansable de Leandro.
La segunda mitad no alteró el paisaje: control valencianista y ausencia de ocasiones. El Valencia seguía maniatando a la Real Sociedad en la zona fría del campo, allí donde el portero ni se asusta ni se inquieta. Patxi Ferreira, impecable, imponía su agilidad en las escasas correrías del área. Por si acaso, Zubizarreta resolvió un mano a mano con Kovacevic en el único despiste defensivo valencianista.
Irureta apostó por la fuerza (ldiákez y Mutiu) en vista de la baja forma de sus estilistas (De Pedro y De Paula) pero el encuentro no cambió sustancialmente, abocado a un sentimiento pasional sobre el campo y en la grada. El agotamiento del medio campo del Valencia propició un cierto acoso realista que sin embargo no se tradujo en ocasiones. El fútbol se hizo gris, espeso y sólo aligerado por las buenas intenciones de Fernando.
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