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Tony Blair conduce a los laboristas hacia el centro

, En una reciente entrevista para la cadena de televisión norteamericana CBS, el líder del partido laborista británico, Tony Blair, fue acusado de ser una mera copia clónica del presidente de Estados Unidos, Bill Clinton. Blair, no negó del todo unas similitudes personales y políticas que le han valido al otro lado del Atlántico el sobrenombre de Tony Blinton. Una halagadora broma para un político rebautizado en su propio país como Tory Blair. Ambos sobrenombres son toda una metáfora de lo que el líder del Nuevo Laborismo representa para los sectores políticos enemigos a la derecha y a la izquierda del espectro político. Algo así como una fusión de las tácticas centristas del Partido Demócrata estadounidense con la ideología conservadora británica, con el objetivo de conquistar el poder.Críticas aparte, la mezcla cristiano-socialdemócrata que representa el nuevo laborismo. ha permitido al viejo partido obrero, fundado hace casi un siglo por las centrales sindicales, acariciar por primera vez la certidumbre de una victoria electoral tras 18 años en la oposición.

Ley y orden, excelentes relaciones con el empresariado nacional y multinacional, y una actitud positiva hacia la Unión Europea, han sustituido a los viejos lemas ideológicos de nacionalizaciones y propiedad estatal. En poco más de dos años y medio, desde que Tony Blair, un abogado de 43 años, fuera elegido líder de los laboristas, el partido ha emprendido una profunda reforma interna de sus estructuras y una radical transformación de su estrategia política. La trayectoria del Partido Demócrata bajo la égida Clinton ha sido una poderosa fuente de inspiración para este Nuevo Laborismo, desmarcado de los sindicatos y sin el lastre de unos principios marxistas, por otra parte nunca aplicados. Como Clinton, Blair está casado con una brillante abogada, Cherie Booth, que compagina su carrera profesional con el cuidado de un hogar con tres hijos. Los Blair son una familia de clase media acomodada dispuesta a conquistar el corazón de las clases medias británicas, la verdadera base electoral de los conservadores.

Las encuestas elaboradas todos los meses por encargo de los principales diarios británicos son la mejor muestra de que el Nuevo Laborismo ha encontrado por fin su mayoría natural. Durante el último año, el partido de Blair ha superado con una media de entre 16 y 20 puntos a los conservadores en intención de voto. Una situación insólita en la historia política británica, desde que existen las encuestas, y prácticamente imposible de remontar. Aun así, los laboristas, identificados durante años como el partido de los impuestos y el gasto no han conseguido ganarse por completo la confianza de esas clases medias. Una reciente encuesta publicada por el diario The Guardian mostraba que una mayoría de los votantes siguen acogiendo con escepticismo las promesas laboristas en materia fiscal. Nada menos que un 60% de los ciudadanos consultados dijeron no creer en la promesa formulada el pasado mes por el responsable de Economía laborista, Gordon Brown, de que un futuro Gobierno liderado por Tony Blair congelará los impuestos y el gasto público, al menos durante los dos primeros años en el poder.

Ofensiva de seducción

La promesa de Brown viene a culminar una larga marcha del laborismo hacia el terreno de la socialdemocracia, partidaria de la libre empresa, aunque matizada con unas gotas de socialismo cristiano. El propio Blair ha desarrollado una poderosa ofensiva para ganarse la confianza de los sectores más dinámicos de la sociedad británica, es decir, los no ligados al viejo establishment thatcherista. "Desde fuera es difícil decir si la ofensiva seductora laborista ha sido tan sólo una brillante táctica de guerrilla preelectoral o el comienzo de un atrevido intento de reformar el mapa político. ¿Nuevo Laborismo. Nuevo Establishment", se preguntaba recientemente Andrew Marr, director del diario The Independent.

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El desplazamiento del viejo partido obrerista hacia el centro político ha ido acompañado también de una asimilación del ideario conservador en el terreno del orden público. Los laboristas son partidarios de retirar a los mendigos de las calles y seguir al milímetro la política de "tolerancia cero, postuladas por las autoridades de ciudades como Nueva York. Una de las últimas iniciativas legislativas del partido que lidera Tony Blair ha sido la de introducir una nueva ley que castigue las manifestaciones que pongan en duda la existencia del holocausto.

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