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Cortar amarras

La idea, evocada este mismo lunes por Xabier Arzalluz, de que algunos poderes tienen interés en que ETA sobreviva dentro de parámetros controlables para el Estado, porque de esta manera se aseguran que el PNV congela su proyecto independentista, ha estado latente dentro de ese partido desde la época de la transición política. Es una sospecha, mantenida siempre en el plano del mero enunciado, que aflora recurrentemente cada vez que el PNV siente la tentación de romper las amarras de sus compromisos en materia antiterrorista. Es también un argumento diabólico que alivia el sentimiento de culpa, descarga la responsabilidad en las fondos oscuros del Estado y disciplina y alerta al partido sobre el riesgo terrible de que la buena fe y los esfuerzos de la militancia estén siendo traicionados desde Madrid.Al igual que con la teoría de la mano negra", puesta en circulación por Xabier Arzalluz para explicar el malestar existente dentro de la Ertzaintza, es posible que tampoco esa idea, así expuesta, de la instrumentalización del terrorismo cuente con el respaldo del consejero de Interior, Juan María Atutxa. El documento en el que la dirección del PNV ha sentado las bases de su posición ante el pro blema de ETA encaja poco, desde luego, con la actitud y las manifes taciones -"habrá que negociar con ETA, pero sólo el final de la violencia"- mantenidas por el titular de Interior vasco.

Más por las omisiones, pero también por lo que se explicita, el texto del PNV, una guía para aplicar seguramente en una estrategia de pasos calculados, oficializa la ruptura de los hilos discursivos que mantenían a este partido ligado al consenso de la Mesa de Ajuria Enea. Insta a una negociación incondicional entre ETA y el Gobierno pese a que declara expresamente no creer en ella, trastoca los fundamentos del Pacto sin ofrecer otra alternativa que la búsqueda voluntarista de la paz y se resitúa en la equidistancia reservándose la posibilidad de ir contra ETA o contra el Gobierno central.

Huida hacia adelante

Es una huida hacia adelante en un momento en el que el entramado ETA-HB está volcado en una campaña de intimidación general a la sociedad vasca, la señal de despegue hacia sus objetivos fundacionales de la soberanía, el ejercicio del autodeterminismo y la "unidad territorial". El PNV parece decidido a liberarse de esa pretendida "trampa", a la que invoca sinceramente o instrumentaliza como coartada, que atribuye a los "poderes del Estado interesados en la persistencia de ETA".

El problema es que la alternativa del PNV hace tabla rasa de sus compromisos anteriores, pero no va más allá del esbozo de un horizonte políticamente confuso y sin garantías en el que la paz se fía al voluntarismo y a la "distensión unilateral" de los demócratas. El problema también es que ése es el partido que controla prácticamente todas las instituciones vascas, el que, dada su supremacía electoral, su centralidad política y su carácter nacionalista, ha asumido, a veces por delegación voluntaria, la gestión del país y la solución de los problemas de los vascos.

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