La pegada del Barça revuelca al Madrid
El equipo azulgrana remonta un marcador adverso y rompe la imbatibilidad madridista
El Barça acabó con la virginidad del Madrid. El triunfo tiene un valor terapéutico para el grupo azulgrana. Le convenía un acto heroico para combatir el desánimo, y ayer demostró que el Madrid es un equipo batible. Nada más. El resultado tampoco desagradó al Madrid. Le queda la vuelta para enmendar la ida. Jugó para ganar y acabó negociando una salida airosa más que un resultado honroso. Muy vulgar.Capello salió de la cancha tan cabreado como Robson. Encajar tres tantos dice muy poco en favor del orden italiano, de la misma manera que el remonte azulgrana no atendió para nada a la pizarra del entrenador. Fue, al cabo, un diálogo entre el método de uno y la autogestión de los otros, y el saldo permite augurar que la autogestión resulta una salida airosa cuando se dispone de grandes futbolistas que actúan sin método, como es el caso del Barça.
El partido respondió de entrada a las expectativas de azulgrana y madridistas. Lo barcelonistas tenían ante sí una ocasión única para zanjar sus hipotecas con un único pago y ganarse el crédito para lo que resta de campeonato. Había en el Camp Nou la sensación de asistir a un ejercicio de exorcismo: tumbar al Madrid suponía ganarse la indulgencia ante los agnósticos. Y salvaron el pellejo cuando tenían la soga puesta.
El Madrid ejerció de sacerdote largo tiempo. El partido fue un monólogo blanco hasta la última media hora. El tramo final, sin embargo, emborronó todo su buen oficio y dignificó la fe azulgrana. La pegada del Barça no atiende a ninguna camiseta y cada partido, aunque enfrente esté el Madrid, tiene el mismo discurso: arriba, abajo, abajo, arriba. A falta de juego, el grupo posee gol.
Ambos equipos quedaron retratados en la arrancada. El Madrid salió al campo de cuerpo entero. El aparato blanco fue implacable en el control territorial del choque. El reparto de esfuerzos le permitió jugar en bloque frente a un rival descompensado. El Barca fue un grupo descarnado. Hubo demasiados jugadores a los que les costó entrar en el encuentro. Amunike, Popescu y hasta Luis Enrique fueron absorbidos por la maquinaria rival. Los azulgrana tiraron de la lucidez de Guardiola, se volcaron hacia el bando derecho, donde se ofrecía Figo, y se encomendaron a Ronaldo.
Vivió el Barça en ataque del talento del ariete brasileño y de la lectura de su medio centro. El gol expresó la forma en que debe atacarse al Madrid. Pase corrido de Guardiola para la carrera de Ronaldo y remate fulminante del delantero centro. El partido pintaba azulgrana. El Madrid, sin embargo, ni se inmutó. La respuesta llegó en sólo tres minutos. No supo posicionarse la zaga azulgrana ante la entrada constante e os puntas adversarios, tomó demasiados riesgos defensivos y Suker no perdonó. El encuentro quedó parado a gusto del Madrid.
La solidez forastera se prolongó hasta el descanso. La falta de fluidez ofensiva en el Barcelona, la incapacidad para retener el balón ante la presión contraria, dejó e choque en manos de los futbolistas más físicos. Los barcelonista supieron sufrir frente al acoso madridista. El partido discurría por donde había dictado Capello. El Real Madrid sabía que, a expensas de la agresividad de Luis Enrique, el único elemento incontrolable de la noche era Ronaldo.
No perdió el choque dinamismo ni pelea en el segundo tiempo. Protegido por la homogeneidad, el Madrid fue jugando con el reloj en la mano y el marcador en la mirilla. Tener el mando del partido no le sirvió al colectivo local para ganarse ningún remate hasta entrado el segundo tiempo. Llegado así el cuarto de hora, la contienda quedó en manos de los técnicos.
Robson sacó la artillería y Capello mantuvo su manual sin atender a la competición ni el escenario: retiró a Suker para dar entrada a Víctor. Nada nuevo en el Madrid, ni en el Barça. Disponer de la mejor plantilla le garantizó un buen resultado ante un contrario con mas equipo. E Barça apeló a la raza y tumbó al Madrid a balón parado. El partido se le fue de las manos a Capello. El gol de Hierro fue respondido con la misma rapidez y contundencia que el de Ronaldo Marcó Nadal y remachó Giovanni ante la confusión blanca.
El carácter azulgrana acabó con la suficiencia madridista. Llevado el partido a la vena pasional, el Barça se agarró a Guardiola y tiró adelante sin atender a condicionantes ni al entrenador. El colectivo de Robson atropelló al de Capello y ofició con cierta solemnidad la primera derrota del Madrid. El equipo de Capello se largó echando en falta un penalti de Sergi a Mijatovic. Mal asunto.
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