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Nigeria no encuentra un seleccionador de prestigio

¿En qué país puede un ministro del Gobierno decidir directamente la destitución del seleccionador de fútbol? En Nigeria, evidentemente. Y no es extraño que todo un campeón olímpico y mejor exponente de lo que se ha llamado amenaza del tercer mundo hacia el fútbol establecido viva esa situación conociendo el currículo de Jim Nwobodo, miembro de la junta militar que rige en el país africano, titular de la cartera de Deportes, incumplidor de promesas y alineador aficionado. Y tampoco es de extrañar que ningún técnico europeo con cara y ojos, muchos de ellos dispuestos a vender sus servicios al mejor postor y no temerosos de vivir en lugares exóticos, haya aceptado los ofrecimientos para entrenar a una espléndida selección de fútbol y a parte de los jugadores más excitantes que cualquier entrenador quisiera tener en sus manos.Por lo menos, el primero en caer tras el triunfo sobre Argentina en la final olímpica de Atlanta lo hizo por voluntad propia. El técnico holandés Jo Bonfree, el hombre que dirigió a Kanu, Amunike y compañía hacia el mayor éxito futbolístico de su vida, dimitió en octubre pasado cansado de esperar lo que nunca llegaba, la recompensa económica y el aumento de sueldo prometido en su momento por el eufórico Nwobodo, el hombre cuyas injerencias en sus faenas como técnico -decidía directamente las alineaciones- se había cansado de soportar. Su dimisión siguió también al florecimiento de los sueños de grandeza de la Junta nigeriana. Decidieron que alguno de los técnicos más famosos del mundo debería dirigir su selección. Y no se quedaban cortos en las expectativas. Tentaron con sus promesas nada menos que a Kevin Keegan, entonces en la cresta de la ola al frente del Newcastle, a Ken Dalglish, nuevo técnico del equipo inglés, a Louis van Gaal, el técnico que llevó al Ajax a reinar en Europa... Todos respondieron que ni locos. Se tuvieron que conformar de forma, aparentemente interina, con un técnico local, Amodu Shaibu. Pero sólo hasta el pasado domingo.

Destitución fulminante

El sábado anterior, Shaibu, cuyos roces con el ministro y la federación títere que oficialmente era su empleador, eran latentes, explotó y criticó en televisión al sagrado ministro. La destitución fue fulminante por "insubordinación", como en el ejército. Mientras tanto, el equipo de oro había dejado de funcionar y sólo marcha segundo, tras Guinea, en su grupo de clasificación para el Mundial 98.Para sustituir a Shaibu, el ministro Nwobodo volvió a sondear el mercado, con miras más bajas, pero de nuevo sin éxito. Ni siquiera logró el sí de los franceses Claude Leroy y Phillipe Troussier, que llevan años trabajando en Carnerún y Costa de Marfil. De nuevo ha tenido que conformarse con un interino de la casa, el ex internacional Monday Sinclair. Hasta que alguien explote de nuevo y vuelta a empezar.

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