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Odisea en la Vuelta al Mundo

Naufragios y desapariciones provocan difíciles rescates transoceánicos y la protesta de Australia por los gastos

Drama, quizá tragedia, solidaridad, eficacia y enfado en los mares del Sur. La Vendée Globe, la regata Vuelta al Mundo para navegantes solitarios sin escalas, una de las grandes aventuras de la vela y del deporte moderno se ha convertido en una odisea. Tres naufragios y dos desaparecidos es el balance, de momento, en una prueba iniciada el 3 de noviembre en Les Sables d'Olonne, la costa atlántica francesa.Tres naufragios entre los paralelos 51 y 52 sur, a 1.400 millas (2.600 kilómetros) de las costas occidentales australianas (de Perth), con aguas a dos grados de temperatura y enormes olas, han sido las primeras consecuencias de los tremendos riesgos que se producen habitualmente en estas auténticas epopeyas, pese a la mejoría de los materiales, la técnica y las comunicaciones. Precisamente gracias a las balizas de que disponen los barcos y que emiten señales vía satélite, uno de los náufragos, el más joven de la prueba, Raphael Dinelli (28 años), está ya en tierra firme, y el también francés Thierry Dubois (29) fue rescatado en helicóptero la pasada noche. Sin embargo, la tragedia ronda sobre el británico Toni Bullimore (57 años), el más veterano, del que no se sabe siquiera si está en su barco volcado.

La solidaridad y la eficacia empezaron en el primer naufragio, el día de Navidad, cuando un avión Orion australiano localizó y lanzó una balsa de salvamento a Dinelli, apenas 10 minutos antes de que se hundiera definitivamente su barco. Con claros síntomas de hipotermia, tuvo la suerte, además, de que el británico Pete Goss, que navegaba cerca, diera la vuelta para recogerle y llevarle a Hobart, la capital de Tasmania.

Dubois ha pasado más tiempo en el bote salvavidas tras resistir también dramáticamente unas horas agarrado al timón de su barco, que flotaba con el casco boca arriba. El francés fue rescatado ayer por un helicóptero Seahawk que despegó de la fragata lanzamisiles Adelaida cuando estaba aún a unas 750 millas (más de 1.100 kilómetros) de la zona. Sólo entonces podía tener radio de acción para actuar, mucho menos que los aviones Orion.

Tras rescatar a Dubois los socorristas australianos intentarían desde los helicópteros romper el casco del barco de Bullimore para despejar la incógnita: si el británico sigue a bordo de la cabina boca abajo, la única posibilidad de haber sobrevivido. Las últimas dudas estribaban en que la señal de sus balizas había dejado de recibirse, pero quedaba la esperanza de que fuera por emitir hacia el fondo del mar.

Quejas y olas de icebergs

Mientras tanto, se han elevado las quejas de las autoridades australianas, obligadas por el convenio de Hamburgo de 1985 a prestar la ayuda a los náufragos. Tras decir que los regatistas corren demasiados riesgos (porque navegan demasiado al sur para que el recorrido sea más corto y tener vientos más fuertes), el gobierno australiano va a pedir que se cambie la ruta de las Vueltas al Mundo (algo bien difícil), o, al menos, que los gastos de los repetidos despliegues socorristas los pague la propia organización. El último naufragio sonado fue el de la también francesa Isabel Autissier en la BOC Challenge de 1994.

Navegar por el paralelo 40 sur en el océano Indico o en el Pacífico es hacerlo por donde los marinos llaman los 40 rugientes. La mar, que tantas veces se convierte en palabras mayores, allí lo es siempre. Sólo la isla australiana de Tasmania, Nueva Zelanda y la parte sur de Argentina y Chile impiden que las aguas rodeen completamente la tierra sin otro obstáculo que la meridional Antártida.

Pero es aún más al sur, por debajo del paralelo 50, lo que se denomina los 50 aulladores, por donde se arriesgan los regatistas de las vueltas al mundo, pero casi ningún mercante o pesquero. El peligro no es sólo que los vientos del oeste cruzan por allí el globo sin más freno que el mítico cabo de Hornos, la punta de Suramérica, situada al borde del paralelo 55. La gran aventura es esquivar las olas y los icebergs. Y si las olas normales en la zona son de 7 a 10 metros, con vientos normales de 50 nudos, a Dinelli, Dubois y Bullimore les alcanzaron masas de agua enormes de 15 a 20 metros provocadas por el desprendimiento de algún trozo de iceberg. Un edificio así tumba los barcos de forma irreparable.

Pero el drama, o la tragedia, no termina. Otro participante, el canadiense Gerry Roufs, que marchaba segundo de la prueba, muy lejos de allí, camino ya del Cabo de Hornos, que estaba a punto de pasar el líder, el francés Chistophe Auguin, podría unirse también a los problemas. Su baliza dejó de emitir el martes en la zona donde navegaba fuera de concurso Isabel Autissier, que comunicó atravesar una gran tempestad con vientos de 70 nudos y que viró para saber qué le ocurría, pues no había otros barcos cercanos.

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