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Una remontada que vale un trofeo

El Real Madrid ganó el Torneo de Navidad con un triunfo agónico ante el Olympiakos griego

Los cinco minutos más intensos y enloquecidos de todo el torneo le dieron el título al Madrid. Fueron 300 segundos frenéticos, en lo que los de Obradovic se agarraron a la heroica para conseguir una remontada impensable, con Mikhailov de abanderado y Angulo empeñado en que nadie se acordara del gran ausente, Bodiroga.El marcador señalaba un 47 y un 56 para los griegos y Mikhailov le colocó el tapón del torneo al mismísimo Fassoulas. El contraataque lo coronó Herreros con un triple. Comenzó entonces Arlaukas a tocarle algún que otro griego lo que no se debe tocar, las narices, y aparecieron los nervios. Nakic, que no fallaba, falló. Mikhailov llevó a Fassoulas al banquillo instantes antes de empatar el partido (56-56). No había tiempo ni para respirar. Herreros se fue de nuevo a la línea exterior. Y de nuevo acertó. El Palacio tronaba cuando aquello se llenó de empujones y puñetazos. Baloncesto barriobajero podría llamarse la historia. Rivers falló temblando y con la bocina encima, y el Madrid se llevó la victoria más ansiada. Pero 40 minutos antes todo era de otro color.

No estaba Bodiroga, con fiebre, y el Madrid enfermó por falta de imaginación. La aparición de los griegos en escena fue tremenda. Rivers tocó a rebato, enloqueció a Laso, y Fassoulas se puso las botas en la cocina. Y con él, Welt, como alma gemela.

Y Arlaukas, que no se enteraba. Las personales sentaron a Fassoulas y a Mikhailov, pero. a él le había sentado su desastrosa estadística, una de las peores que se recuerda. Y como el Madrid estaba disminuido desde el salto inicial, por la fiebre de Bodiroga, se vio obligado a remontar con un quinteto casero y patriota, español él. Y remontó. Llegó a ponerse el cuadro blanco por delante, 23-21 a cinco minutos del descanso. Un suspiro duró aquello.

El Madrid se fue al descanso presumiendo de unos números paupérrimos. Pero Angulo se propuso aliviar la situación. Halló el triple de la esperanza y empujó al resto del equipo a un ritmo racial. El Madrid no daba la sensación de poder ganar el partido, más que nada porque se movía a impulsos. Dos triples de Nakic hicieron desértica la distancia en el marcador (45-56) a falta de siete minutos.

A duras penas Angulo mantenía vivo al equipo. Y fue entonces, con casi todo el mundo a punto de arrojar la toalla, cuando llegaron los cinco últimos minutos.

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