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FÚTBOL DECIMOSÉPTIMA JORNADA DE LIGA

El Camp Nou abronca a un Barça mudo

Un gol de Nadal puso a salvo un partido presidido por el desgobierno

Ramon Besa

Ya no sirve de nada remitirse al marcador: el Barça ganó al Celta por la mínima como en su día despachó por un gol de más al Espanyol a la Real o al Valencia y entonces no hubo quejas. Ni vale tampoco mostrar la clasificación: ni el traspiés del Madrid, que le del a el liderato a tiro de piedra, sirvió de tila. Ni Ronaldo se salva ya del cabreo del hincha ante la arenga de la junta, la monserga del entrenador y la discusión del vestuario. Presa de la histeria de unos y del absentismo de otros, el equipo camina a tientas por la Liga.El fin ya no justifica los medios. No valen más privilegios que el ir primero y, mientras, cada uno que aguante su vela. El aficionado reventó ante tanto embuste y le mostró el pañuelo a Núñez, pitó a Robson y abroncó a Ronaldo. No hubo clemencia para nadie.

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Llegó el socio al campo muy educado -nada de pancartas-, aguantó con reproches un partido tan malo que fue más largo que un día sin pan -hubo silbidos para los que se salían del campo y aplausos para los que entraban- y acabó mandando a paseo desde el presidente al entrenador pasando por el capitán y la estrella que, en el casó azulgrana, no son la misma persona. El estadio fue presa de la mala leche acumulada en dos semanas sin una puñetera buena noticia. Ni la llegada del fútbol, del partido, acabó con irritación, pues el equipo, hablador en el camerino, no tuvo nada que decir en el campo. Fue mudo.

Inutilizado por el nerviosismo que sacude al club desde la puerta de entrada a la de salida, el grupo se refugió en un gol de Nadal para sobrevivir a un día de perros. La irritación del en tomo se reflejó en el equipo, presa del desgobierno y del miedo. Fue el azulgrana un colectivo desorientado. Pareció sordo al jolgorio con que la grada celebró los goles de la Real en el Calderón y el del Sporting frente al Deportivo y se mostró ciego de media cancha hacia el marco contrario. El suyo, resultó un discurso de impotencia ante un rival que jamás dio un paso adelante sin antes mirar a la banda a su entrenador.

La recuperación del cuero fue mejor que la conducción y aún más acertada que la definición. No estuvo atento Giovanni, se encalló Figo y Guardiola, retrasado a la fuerza por las correrias de Popescu, sólo participó en ataque en los libres indirectos. Quedó el partido bajo la tutela de Popescu y Luis Enrique y a la espera del despertar de Ronaldo. El brasileño no es todavía el que se supone que. era a su llegada. Ha dejado de ser infalible.

Ni el gol de Nadal serenó la impaciencia del colectivo por resolver en una sóla jornada las deficiencias de medio año. La hinchada se fue cabreando con el paso del choque ante el discurso de impotencia de su equipo, reflejado incluso en la estadística, pues tardó casi 27 minutos en rematar en el segundo tiempo.El partido, además, se alargó más de lo, que acostumbra. No estaba Iván de la Peña para aligerar el último cuarto de hora. La ausencia de Lo Pelat la cubrió Óscar, quien, en tres minutos, se trabajó más opciones de gol que cualquier otro en una hora. Otro que puso su pellejo a salvo fue Amunike. El interior zurdo no desentonó en un equipo en que prima el juego primitivo. La hinchada, al fin y al cabo, estuvo condescendiente con quienes no han tenido nada que ver en el fregado de los últimos quince días. Lo único que hizo el aficionado fue advertir que ya no vale referirse al Madrid para justificar al Barça. ¡Qué espabilen o el reencuentro será peor!

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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