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FÚTBOL DECIMOSÉPTIMA JORNADA DE LIGA

El Athletic tuvo miedo al Extremadura

El debate entre fútbol y psicología ha sido siempre sibilino: conceptos complementarios como pasión y calma o cerebro y músculo, se convierten en cuestiones antitéticas con resultados generalmente deplorables. El ejercicio entre el Extremadura, y el Athletic ratificó la desconexión entre ambos conceptos. O el Athletic se tomó excesivamente en serio a su rival, o lo minusvaloró en tal medida que confió en el gol llovido del cielo y éste no llegó ni siquiera de penalti.El Extremadura no participó de la discusión. Su manual tenía una. pagina invadida por consignas viscerales: presión, anticipación, convicción y apliciación en el juego aéreo. Su zurrón no guarda ba nada más que el juego corajudo de Duré y algunas exquisiteces de Ito en la zona de nadie. Con esos cimientos construyó sin embargo. las suficientes ocasiones para discutirle al Athletic su jerarquía.

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Una remontada vacía

El Athletic sólo tenía en la cabeza ideas como calma, paciencia, tranquilidad, todo menos fútbol y lo que ese diccionario implica., A excepción de Alkiza y Urzaiz el resto se comportaban como doctores honoris causa de la psicología aplicada al fútbol. Entre imprecisiones, forcejeos y triangulaciones, al Athletic se le iba la fuerza por la cabeza, llevándose al vestuario dos remates fallidos de Ziganda y Karanka por tres de su oponente, presumible víctima propiciatoria de un equipo insultante.

El debate resultó presuntuoso, tan cargado de palabras huecas como vacío de contenidos, un ejercicio protocolario que aburría al auditorio hasta extremos insospechados. Quizá por ello, el Extremadura se creció, entendió que su discurso era más locuaz, más lineal, más efectivo. La segunda mitad fue una lección por su parte de contragolpe, siempre bien conducido, pero siempre mal terminado.

Y en esto llegó el penalti. Un empujón a Bolo permitía al Athletic aliviar su jaqueca. Pero entonces surgió Amador y sacó con las uñas el zapatazo de Karanka. Por si quedaba alguna duda, al borde del final, metió la mano a un remate de Ziganda que acariciaba la red. Era el colofón personal a un partido fracasado en lo colectivo. En circunstancias tan oscuras se agradecen los detalles personales.

El Athletic recibió los primeros silbidos de la temporada. Por vez primera tuvo miedo al rival, miedo a jugar, miedo a ganar. El diagnóstico reveló su carencia crónica: le cuesta sentirse superior y disfrutar con la distancia. El Extremadura se la limó con oficio y dedicación.

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