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Reportaje:

Aprender en soledad

Getafe organiza grupos para orientar a las mujeres separadas y con hijos

Rosa, de 49 años, Toñi (38) y Ana (23) van con el nombre por delante: tienen muy asumida su condición de mujeres separadas y no encuentran ningún motivo para bajar la cabeza. Sus otras tres compañeras de mesa optan por cobijar la identidad bajo el signo del zodiaco -Libra, Cáncer y Escorpio- y ponen pies en polvorosa en cuanto ven aparecer a la fotógrafa. Entre las seis suman 6 hijos que han de sacar adelante en la más completa soledad. Son las integrantes de uno de los grupos del taller Educando a Solas, organizado por los servicios sociales del Ayuntamiento de Getafe (143.000 habitantes) con la intención de combatir los prejuicios que aún suscitan las familias monoparentales y ayudar a unas mujeres con la autoestima maltrecha. Durante seis sesiones de dos horas, una psicóloga se afana en "desmitificar" los supuestos efectos perversos de las separaciones.La presencia del periodista resulta, de entrada, intimidatoria ("si por lo menos fuera una mujer", susurra Cáncer, con recelo), pero la psicóloga del grupo se encarga de apartar la atención del intruso. Paloma, que así se llama, deja hablar a todo el grupo, reconduce el debate de forma sutil y, a cada rato, toma la palabra para extraer conclusiones, casi a modo de moraleja. Su principal enseñanza es ésta: "Los niños de familias monoparentales no están peor educados". "Además", argumenta ante los primeros indicios de escepticismo, "tienen en su propia casa un magnífico taller para aprender que todos somos diferentes e igualmente respetables. Es lo mismo que cuando educamos a no discriminar por razones de raza o sexo".

Pero quien acaba de salir de una experiencia afectiva traumática no siempre se muestra receptivo. A Libra, sin trabajo y con cuatro hijos a su cargo, le asaltan las dudas por todas partes. "Los niños siempre hacen más caso al padre que a la madre", expone. "Cuando él estaba en casa había más disciplina, y encima yo ni siquiera les puedo dar un caprichito. Mis padres creen que tengo la culpa de lo que pasó y no me vienen a ver".

Paloma tiene que aplicarse a fondo: el quebranto económico es un mal recurrente, y más aún en la zona sur. "Pese a todo", expone, "resulta mucho más positivo que los niños estén solos a que vean a los padres peleándose todo el día. El famoso 'esto no pasaría si estuviera su padre' es mentira". Los primeros gestos de aprobación vienen acompañados de una larga lista de agravios. El retrato colectivo que surge sobre el otro sexo es implacable. "Egoístas", "desentendidos de los hijos" y "sólo preocupados por quedarse con el piso", entre otros piropos.

En pleno refuerzo positivo, hasta la propia Paloma critica a la vez que explica: "Muchas veces vivimos en una fantasía de lo que ha sido la pareja".

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