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Reportaje:TEATRO INFANTIL

Los juglares de Carabanchel

Una pareja de cómicos recorre el distrito contando historias a los niños

Antonio Jiménez Barca

Los ingredientes son tan simples como antiguos: una plaza, unos tipos con arte para narrar cuentos y un público con tiempo y ganas de escuchar. Ayer, en Carabanchel, alguien volvió a ejercer la vieja profesión de juglar y volvió a contar historias al aire libre.La plaza era la de la Palmera; los contadores, la pareja de actores Montse y Eduardo, de 37 y 41 años, respectivamente, y el público, los 25 niños que andaban por ahí y algún otro cuyo padre se había enterado de la actuación.

Los actores explicaron que hace cuatro años, hartos de que los niños no asistieran a los centros culturales, decidieron acudir a la calle a por los niños. Una nueva versión de la historia de Mahoma y la montaña.

Hace casi mil años los trovadores pasaban la gorra; ahora, quien corre con el asunto es la junta municipal del distrito, que paga a los actores 50.000 pesetas por actuación. Pero, aunque los tiempos hayan cambiado, las historias siguen pareciéndose mucho a las que escuchaban los niños de la Edad Media.Y así, como en las fábulas de toda la vida, los cuentos de los juglares de Carabanchel contienen siempre moraleja. El que ayer escuchó un círculo hechizado de niños con los ojos abiertos como platos soperos trataba de una discriminada niña-bruja a la que sus compañeros de clase le hacían la vida imposible.

Quien relataba esto era la misma bruja desde su forma de marioneta de varillas. Los niños la escuchaban sentados sobre una gran tela que en tiempos perteneció a un paracaídas.

Al final, la bruja, según contó, logró rescatar a un gato y iodos los del colegio la aceptaron para siempre. Conclusión: nadie merece el desprecio de los otros. Y satisfecho, el auditorio se levantó del suelo como quien acaba de presenciar el Real Madrid-Barcelona.

Pero los cómicos tenían reservada una segunda parte. La tela el paracaídas, que asta entonces había echo las veces de alambra, sirvió para que los Pequeños jugaran a tirarla por los aires y a meterse dentro.

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Así de simple y así de divertido. Aunque hubo niños cobardicas que oyeron los cuentos, pero que luego no se atrevieron a jugar con la tela.

"Lo de los juegos es porque en una plaza se viene a hacer muchas cosas, a escuchar historias y a jugar, y eso es lo que nosotros queremos que hagan los niños", decía ayer Montse.

Al final, cuando todo acabó, una niña se acercó con aire tímido a tocar a la marioneta de la bruja, con cara de no entender muy bien cómo diablos aquel trapo fue capaz media hora antes de contar una historia entera.

Cuentos en la plaza de Carabanchel. Hoy, en la plaza de la Palmera; el domingo 15, en la plaza de San Vicente de Paúl; el domingo 22, en la plaza de la Emperatriz, y el sábado 28, en la plaza de San Isidro Labrador. Gratuito. Todas las actuaciones son a las 13.00 horas.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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