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Reportaje:

La sombra del 'Indogate'

Clinton arranca su segundo mandato con el lastre del escándalo de la financiación de su campaña por empresarios asiáticos

La pregunta de la temporada en Washington es: ¿conseguirá el Indogate lo que no ha conseguido el caso Whitewater, terminar con el coriáceo Bill Clinton? El pasado viernes, el Departamento de Justicia norteamericano aseguró que, "hasta el momento", no hay "pruebas específicas o indicios racionales" que relacionen al presidente con el escándalo de la financiación de la última campaña electoral demócrata por millonarios asiáticos. "Hasta el momento": esa fórmula es la clave de la situación.Si no fuera porque la historia enseña que Estados Unidos tiene un estómago de hierro para digerir los escándalos relacionados con el dinero, el Indogate podría ser la gota que desbordara el viejo, ancho y profundo albañal de la financiación de la política en este país. Y es que recaudar y gastar dinero a manos llenas en una campaña electoral no es ilegal en Estados Unidos; pero sí lo es recibir donaciones de ciudadanos extranjeros que no residen de modo permanente en el país. Y ése es el pecado del Indogate.

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No obstante, el Departamento de Justicia, dirigido por Janet Reno, rechazó el viernes la creación de una comisión de investigación independiente sobre el Indogate. En respuesta a una solicitud presentada por John McCain, senador por Arizona, y otros cuatro congresistas republicanos, Justicia respondió que "no hay indicios específicos y creíbles por el momento" de que ninguna persona aforada de la Casa Blanca -el presidente, el vicepresidente y los miembros del Gobierno- haya podido estar implicada en la comisión de un delito durante la campaña para las elecciones del 5 de noviembre.

Dos semanas atrás, el 17 de noviembre, cayó la primera cabeza del Indogate. John Huang fue destituido de su cargo de recaudador de fondos del Comité Nacional Demócrata (CND), el máximo organismo del partido de Clinton y Al Gore. S u nombre aparece en los tres principales casos de financiación ilegal de la campaña demócrata puestos sobre el tapete: los donativos de particulares asiáticos durante una ceremonia en un templo budista de California a la que asistió Gore, en la que fueron cosechados 140.000 dólares; la aportación de 250.000 dólares de una empresa coreana, y la entrega de 450.000 dólares efectuada por el grupo indonesio Lippo.

En esos tres casos, en los que ha quedado probado que el dinero procedía de fuentes extranjeras, el CND ha devuelto todo lo recaudado. Ese organismo también ha anunciado que está revisando todas y cada una de las donaciones superiores a 10.000 dólares que obtuvo durante la pasada campaña electoral.

Lo más grave es lo de Lippo, y de ahí el nombre Indogate con el que la prensa norteamericana ha bautizado el escándalo. El mismísimo Clinton entra en escena en este caso.

Propiedad de los Riady, una familia de origen chino instalada en Yakarta, Lippo tiene intereses en bancos, empresas energéticas y sociedades inmobiliarias de Indonesia, China y Estados Unidos. Pues bien, resulta que en sus tiempos de gobernador de Arkansas, Clinton se hizo muy amigo de James T. Riady, un miembro de la rica familia chino-indonesia instalado entonces en ese Estado sureño. La amistad resistió a la prueba del éxito de Clinton y, durante su primer mandato como presidente de EE UU, el político de Arkansas recibió a Riady una veintena de veces en la Casa Blanca. ¿De qué hablaban? De cosas personales y también de asuntos políticos, según reconoce Clinton. En una ocasión, Riady le animó a entrevistarse con el presidente indonesio Suharto; en otra, le recomendó que mejorara las relaciones con China. Pero Clinton asegura que en ningún caso las opiniones de su amigo indonesio influyeron en sus decisiones como presidente de Estados Unidos.

Huang, que también visitó la Casa Blanca en numerosas ocasiones durante el primer mandato de Clinton, cierra el triángulo. De nacionalidad norteamericana, Huang fue uno de los principales directivos en EE UU del grupo Lippo hasta que, en el verano de 1994, Clinton le fichó para el Departamento de Comercio, en calidad de secretario adjunto de Política Económica Internacional. En septiembre de 1995, durante una reunión en la Casa Blanca entre Clinton, Riady y Huang, el ex alto directivo de Lippo dijo que creía que sena mas útil al presidente si dejaba su puesto en Comercio y se incorporaba al Comité Nacional Demócrata. Dicho y hecho. Huang ingresó en el equipo financiero de los demócratas a finales de 1995, y, en los meses que siguieron, ya en plena campaña electoral, recaudó unos 2,5 millones de dólares donados por asiáticos acaudalados, muchos de nacionalidad norteamericana y otros no.

En 1974, tras el escándalo Watergate, EE UU adoptó una reforma legal que intentaba combatir el derroche y la corrupción que siempre han caracterizado su vida política. Se establecieron topes de gasto a las campañas y a las contribuciones de los particulares, y se prohibió que las empresas soltaran un solo dólar. Pero hecha la ley, hecha la trampa. Todas esas restricciones fueron impuestas a las campañas personales de los candidatos, pero no a los partidos políticos. Los partidos podían seguir recaudando tanto dinero como pudieran para sus denominadas "actividades generales".

La vaguedad de ese término consagró el llamado sistema de soft money, un término intraducible por el que individuos, empresas y grupos de presión entregan dinero a los partidos sin ninguna restricción. Y éstos, según sentencia del Tribunal Supremo, son libres de emplearlo apoyando a sus candidatos favoritos con anuncios de televisión y radio, banquetes, mítines y fiestas. En la campana de 1996, los partidos demócrata y republicano han recolectado en conjunto un mínimo de unos 500 millones de dólares en concepto de soft money.

Ahora, Comercio investiga si durante su estancia en ese departamento, Huang pudo favorecer a Lippo y a otras empresas asiáticas. Se rastrean todas sus conversaciones telefónicas -en 18 meses hizo unas setenta llamadas al Banco Lippo de Los Ángeles-, sus demandas de información confidencial y sus viajes a países asiáticos. Y la prensa subraya la extraña coincidencia de que en este mismo año, Huang, ya en calidad de recaudador de soft money para los demócratas, efectuara una visita a Taiwan poco después de que Clinton enviara dos portaaviones para proteger a la isla de las amenazas militares de China continental.

¿Casualidades o errores? Hace unos días, viajando por Asia en su primera salida al extranjero tras su reelección, Clinton se comparó a sí mismo con Richard Jewell, el guardia de seguridad puesto en la picota como sospechoso del atentado de los Juegos Olímpicos de Atlanta y luego rehabilitado por la policía. "Todas las acusaciones que se me han hecho en los últimos cuatro años", dijo el presidente, "se han revelado carentes de fundamento".

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