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Tribuna
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Toma corbata

Esto de que no te den el plácet para que mandes un embajador debe de ser parecido a lo que me ocurrió a mí una vez, que me enamoré de un chico débil de carácter que no podía casarse conmigo más que con la aprobación de su madre, y, me llevó a tomar el té con ella, y me pasé toda la tarde muda, atiborrándome de pastas caseras para complacerla, un horror de pastas que notaba cómo me aumentaba el culo conforme las tragaba, y la bruja, mientras, impasible, sin perderme de vista. Total, que no me dio el plácet y tuvimos que devolvernos los regalos, las cartas de amor y las fotografías dedicadas.Veo, por tanto, que uno de estos días cruzarán los cielos, en sentido contrario, sendas corbatas de diversa procedencia. La una, modesta y de confección ordinaria, en dirección a la isla de Cuba, de donde nunca debió salir. La otra, de Hermès, llegará a Madrid desde La Habana y entrará por la puerta principal de La Moncloa tras hacerse anunciar por el mayordomo.

Eso, en el caso de que las corbatas puedan volar, porque como la devolución tenga que realizarse por valija diplomática, vamos de canto.

Va a ser un drama para las pobres prendas. Fíjense que la Hermés, a lo mejor, le estaba encontrando el gusto a ser salpicada con ron, a acariciar las mejillas de hermosas, pobres y dignas mulatas, a recibir churretes de fríjoles. Por su parte, la otra, la sencilla corbata sin una fecha por dentro, igual se sentía tan a gusto en palacio, entre las cretonitas, las bandejitas de plata y las fotos familiares enmarcadas. Es probable que hasta albergara sueños de grandeza: asistir a una misa de doce en los Jerónimos, quién sabe si, el día de mañana, acompañar a Alonsito a una buena boda.

En fin. Más Canosa da la vida.

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