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Ritmo todos los días

Cinco locales mantienen un programa diario de música de jazz

Carlos Marcos

Estos días se celebra el Festival de Jazz de Madrid, que transcurre durante un mes. Es la cita oficial del jazz. Pero hay otro festival que dura todo el año el que tiene lugar en los cinco locales especializados en jazz en directo. Es el circuito de música en vivo con más solera de la ciudad, que casi siempre se mantiene en pie gracias a la afición a este tipo de música de sus propietarios. Durante la celebración del Festival de Jazz hay que estar muy atento a estos locales: habitualmente, los jazzmen que participan en la cita acuden a los clubes para realizar jams sorpresa, en busca de sus orígenes, del lugar donde nace el jazz más auténtico Humo, gente que abarrota un minúsculo local, un saxo que suena... Es el ambiente que se respira a diario en uno de los cinco clubes que se dedican en Madrid al jazz en vivo: Café Central, Café Populart, Segundo Jazz, Clamores y Dizzy Jazz. Todos se mantienen más por la afición de los traba adores que por su rentabilidad económica. "La gente que tiene un local de jazz tiene que ser un gran aficionado a esta música, porque con esto no se gana apenas dinero. Si acaso, para cubrir gastos. Desde el camarero al dueño, todos aman el jazz". Así retrata la situación de este colectivo Arturo González, encargado del Café Populart. Corrobora esta opinión José María Brunet, propietario de Dizzy Jazz, el único local de estas características que se encuentra en la periferia de Madrid (en Las Matas): "¿Negocio? No, no. Me lo tomo como un hobby. Tengo un trabajo que me proporciona el dinero para vivir, y, luego, descargo mi afición al jazz en mi local".

Todos esgrimen mil razones, para sostener la nula rentabilidad de sus negocios: ningún apoyo oficial, problemas con las autoridades municipales, falta de un público estrictamente jazzero, poca presencia en los medios de comunicación e, incluso, escasez de músicos de jazz.

"En Madrid hay muy pocos músicos de jazz. Y es un milagro que exista una docena porque no hay ninguna escuela, ni el conservatorio tiene una sección de jazz. Todos los instrumentistas de jazz han tenido que aprender por su cuenta. Son autodidactas", comenta el encargado del Café Populart, que muchas veces se encarga él mismo de formar a los grupos. "Cojo el teléfono y llamo a un bajista, le digo si le apetece tocar con tal saxofonista. Luego llamo a éste para preguntarle si quiere hacer una jam con un batería. Así, con estas combinaciones, se construye un buen grupo"

La falta de músicos se constata si se echa un vistazo a las programaciones de los locales. En todas se repiten los mismos nombres: Pedro Iturralde, Lou Bennett, Tete Montoliú, Canal Street Jazz Band, Jorge Pardo... Y si se acude a las hemerotecas, la sorpresa es mayúscula: en los años setenta aparecen los mismos nombres: Lou Bennett, Pedro Iturralde, Canal Street Jazz Band... No hay apenas variaciones. Para solucionar esta falta de músicos, los clubes han tenido que abrirse a otras músicas. "Es muy difícil tener una programación exclusiva de jazz. Primero, porque no hay músicos. Y segundo, porque no hay público para llenar un local todos los días. Tenemos que variar e introducir otro tipo de grupos", dice Roberto López, propietario de Segundo Jazz.

Es cuando llegan bandas country, blues, pop de los sesenta e incluso flamenco. Y es que se trata de locales con una programación diaria y con varios pases cada día. "Lo de los pases es algo, importado de Estados Unidos. En el jazz es muy habitual esta fórmula con el objetivo de renovar al público y sacar un poco de rentabilidad económica", señala Germán Pérez, dueño de Clamores. Un público que suele rondar los 30 años y que asiste a las actuaciones con gran respeto. Incluso los camareros tienen que tener especial cuidado cuando sirven copas o utilizan la caja para cobrar. Cualquier sonido desconcentra al embelesado público. "Es como si estuvieran en misa", dice el propietario de Clamores.

La proximidad entre público y músico es inevitable debido a lo minúsculo de los locales, la mayoría con una capacidad que apenas llega a las 150 personas.

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Se dan extremos como el ver a un músico desgañitándose con el saxo sentado en la misma mesa que el público, o el bajista que se tiene que apartar para dejar paso a un cliente que pretende alcanzar el aseo. Es este contacto el que llena de regusto jazzero a estos locales.

Ocurrió hace unos días, en Segundo Jazz. El organista norteamericano de 70 años Lou Bennett, habitual del circuito de jazz madrileño, tuvo que parar su actuación cuando habían transcurrido apenas 20 minutos.

Bennett, que tiene una casa en Tarragona y pasa largas temporadas en Madrid, no podía respirar.

Humo

Un médico que acude siempre a las actuaciones de este legendario músico se acercó a él y comprobó que la cosa era grave. Enseguida fue trasladado a un hospital de París, donde reside el jazzman. El humo y la fatiga son los responsables de los problemas pulmonares de Bennett, que volverá a la carga dentro de un mes.

Así se lo confirmó telefónicamente el propio Bennett a José María Brunet, de Dizzy Jazz: "Lou me llamó desde París y me dijo que no podía actuar en mi sala porque se estaba recuperando, pero que estaría aquí otra vez en el mes, de diciembre. Además, en Dizzy Jazz, cuando actúa, ponemos un cartel que dice que no se puede fumar porque a Lou le sienta muy mal el humo. Y no fuma nadie".

Locales con 'swing'

Clamores (Alburquerque, 14; metro Bilbao). Más de quince años ofreciendo jazz en vivo. Es de los más espaciosos del circuito: 350 espectadores. Café Central (plaza del Ángel, 10; metro Sol). El verano de 1997 cumplirá 15 años. Es de los pocos que se permite el lujo de traer a jazzmen extranjeros.

Café Populart (Huertas, 22; metro Antón Martín). Ocho años en la brecha. Minúsculo (unas cien personas) y con un encantador regusto jazzero.

Segundo Jazz, (Comandante Zorita, 8, metro Cuatro Caminos). Aunque tiene ocho años de vida, recoge el testigo del mítico Whisky Jazz, el primer local de jazz en Madrid (que tuvo su auge sobre todo en los años sesenta y setenta), donde Segundo López era uno de lo socios. Ahora, Segundo da nombre a su propio club.

Dizzy Jazz (La Luz, 8, Las Matas). El único dedicado al jazz de la periferia. Tiene tres años y medio. Para aficionados de Pozuelo, El Escorial, Las Rozas o Majadahonda.

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Sobre la firma

Carlos Marcos
Redactor de Cultura especializado en música. Empezó trabajando en Guía del Ocio de Madrid y El País de las Tentaciones. Redactor jefe de Rolling Stone y Revista 40, coordinó cinco años la web de la revista ICON. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Madrid.

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