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FÚTBOL UNDÉCIMA JORNADA DE LIGA

Como en los buenos tiempos

El Atlético se impone con mucha autoridad a un débil Oviedo

Santiago Segurola

El fútbol se decide generalmente desde los buenos jugadores y desde la calentura de los equipos. Con un lujoso detalle de Kiko, el Atlético desequilibró un partido que comenzó atascado y terminó con la marcha triunfal de los rojiblancos, que recordaron sus mejores tiempos en algunos momentos de la segunda parte. Finalmente fue una cuestión de visceralidad. El Atlético se empleó con coraje hasta que despachó al Oviedo, un equipo tristón que se fue a pique con la primera contrariedad. Aunque nunca tuvo una salud rebosante, el Oviedo enfermó irremediablemente después del gol de Caminero. El Atlético, que comenzó con algunas dudas, observó el estado de su rival y le atropelló en la segunda parte.El equilibrio inicial se rompió con el invento de Kiko, un taconazo hermosísimo que desconcertó a todos los defensores del Oviedo. A Caminero no le sorprendió. Caminero conoce a Kiko y le interpreta perfectamente. Salió entre líneas, progresó y se encontró con un pase que le dejó frente a Mora. Esa es una cualidad muy interesante de Caminero: su capacidad para saltar desde atrás y romper las defensas. Se llama llegada y Caminero anda sobrado de ella. Así que se jugó el gol en un mano a mano que resolvió con propiedad.

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El gol fue un chispazo de luz en un partido que había empezado entre grandes cautelas, con un intento académico del Oviedo por manejar la pelota y bastantes dificultades en el Atlético para encontrar el juego de ataque. El Oviedo ofreció todo su repertorio en el primer tercio del encuentro. Había un interés general en cuidar la pelota y parecía un equipo bien organizado, pulcro, sin demasiada pegada. Apenas un cabezazo de Oli que sacó Molina con muchos reflejos. Pero todo era ficticio. Cuando el partido se volvió adulto, el Oviedo se fue al garete.

Frente a la tibieza inicial, el Atlético entendió que un poco de desgarro le vendría bien. El tanto de Caminero le limpió el camino. A Caminero también le vino muy bien el gol. No hizo un gran partido, ni tuvo demasiado peso en el juego, pero es evidente su efecto beneficioso sobre el Atlético, que se siente más equipado, con más soluciones, con más autoridad. Más seguro, en definitiva. La hinchada, que también sabe de la importancia de Caminero, celebró la presencia de su ídolo.

El Oviedo se fue al piso inmediatamente. No tuvo carácter para sobreponerse al tanto, ni recursos futbolísticos para imponerse al Atlético. Durante una hora fue una pena de equipo. Dividido por partes, el Oviedo se estrelló línea por línea. La defensa se empleó con vulgaridad y tuvo graves problemas en el manejo del balón; los centrocampistas se entregaron al enémigo sin rechistar -Paulo Bento se quitó del partido, Onopko decepcionó, los dos exteriores no produjeron nada decente y Dubovsky sólodejó un tiro libre que detuvo Molina con apuros- Y Oli no pudo ejercer de partisano. Se quedó aislado, sin nada que decir durante toda la tarde.

Con el gol, el Atlético se llenó de vitaminas. Se agrandó y volvió el equipo rápido y agresivo de la última temporada. La organización también funcionó: la defensa se adelantó y resolvió cualquier problema sin estridencias, los centrocampistas desactivaron todos y cada uno de los intentos del Oviedo por armar el juego y en el ataque siempre cabía la amenaza de Kiko, Caminero y Esriáider. Era el Atlético en su mejor versión, un equipo fuerte y directo que cuenta además con las posibilidades que leofrece Kiko para desequilibrar. Porque el segundo el gol también lo fabricó Kiko con un pase magnífico a Esriáider, que hizo la de Caminero.

Con la expulsión de Rivas y ql tanto de Esnáider, el Oviedo entregó definitivamente su acta de defunción. Se hundió y le salió una vena pusilánime, como si aquello no le interesara. Para entonces, el Atlético jugaba a todo máquina. Era un equipo robusto con un fútbol veloz y profundo. A última hora, el Manzanares era una fiesta, todos felices con un equipo que se empleó con la energía, la vitalidad y la contundencia de sus mejores días. Y cuando eso ocurre, el Atlético es temible.

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