El fantasma de Haider
EL ASCENSO electoral del Partido Liberal, de extrema derecha, que encabeza Jörg Haider, no es un fenómeno que deba preocupar sólo a los austriacos, sino al conjunto de la Unión Europea. Éste ha sido un voto esencialmente antieuropeo que además puede condicionar la posición de Austria en la UE. Cuando casi uno de cada tres votantes apoya, como ocurrió el domingo, a un partido que pretende revivir un nacionalismo austriaco que ataca la integración europea, que se opone al Estado de bienestar, al que acusa de crear parasitismo social y cultural, y que se declara abiertamente xenófobo y racista, el fenómeno debe tomarse muy en serio.Las elecciones celebradas para cubrir los escaños austriacos en el Parlamento Europeo, dada su aparente inocuidad, facilitaban un voto de castigo hacia el Gobierno, especialmente en periodo de cierres de empresas, aumento del paro y recortes sociales justificados por el objetivo de Maastricht. Pero su resultado refleja una turbadora tendencia que ha dejado su huella también en las simultáneas elecciones municipales de Viena, la capital macrocefálica, donde los socialdemócratas han perdido la mayoría absoluta por vez primera desde 1919, exceptuado el periodo nazi. La progresión del Partido Liberal desde que Haider tomara sus riendas hace poco más de diez años, con un 5% de los votos, ha sido constante, hasta alcanzar el 28%.
Haider, sin embargo, no ha ganado. Por delante han quedado los dos grandes formaciones políticas tradicionales. El Partido Popular -conservador- de Wolfgang Schuessel ha humillado con un 29,6% de los votos- a su socio mayor en el Gobierno de coalición, el Partido Socialdemócrata de Franz Vranitzky.Está por ver en qué medida estos resultados no socavarán el consenso básico que había imperado en Austria desde el fin de la II Guerra Mundial y que se basaba en una cierta amnesia histórica respecto a la época nazi, una moderación y estabilidad política que han podido favorecer fenómenos de corrupción, el bienestar social y la neutralidad exterior. La ya de por sí difícil coalición de Gobierno puede resultar dañada, y cabe preguntarse en qué grado seguirá Austria comprometida con la profundización económica y política de la integración europea. Recién estrenado a su ingreso en la UE, la sociedad austriaca parece distanciarse del proyecto europeo.
La tarea de Vranitzky y de Schuessel no va a resultar fácil; la progresión de la extrema derecha parece consecuencia de la profunda crisis de identidad que vive Austria desde el fin de la guerra fría, y más aún desde su entrada en la UE. Haider es un hijo ilegítimo -pero hijo al fin y al cabo- del 89. Y no resulta casual que otro país europeo como Francia, que tiene también serios problemas de identidad y de búsqueda de referencias en su pasado, haya generado un fenómeno parecido al de Haider, el Frente Nacional de Le Pen. Son. también la otra cara de Europa, en la que entran el Movimiento Social Italiano, el Vlaams Blok en Bélgica o los republicanos -de momento controlados- en Alemania.
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