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Ronaldo y el despotismo

Santiago Segurola

Agotados los adjetivos sobre Ronaldo, conviene proclamarle inmediatamente como el mejor futbolista del mundo. Desde la aparición de Maradona, ningún jugador ha producido un impacto semejante. A todas sus cualidades, algunas de ellas embrionarias, pues estamos ante un muchacho de 20 años, Ronaldo añade la rareza que distingue a los verdaderamente grandes: gana partidos por su cuenta, tan frecuentemente que raya la insolencia. Lo hace desde fuera del aparato táctico que preparan los entrenadores, desde la irreverencia a la colectividad, desde una demostración aplastante sobre el resto de los jugadores, desde una discusión estrictamente personal entre él y el juego. Esta capacidad sólo ha logrado detectarse en Di Stéfano, Pelé, Cruyff y Maradona.El fútbol español asiste perplejo y admirado a la coronación del delantero brasileño. Y se siente orgulloso por cobijar a un futbolista excepcional. Pero con la historia en la mano no es casualidad la presencia de Ronaldo en la Liga. Di Stéfano, Cruyff y Maradona desarrollaron una parte fundamental de su carrera en España, una circunstancia que sólo se explica desde el buen gusto y el criterio para apreciar lo especial. La llegada de Ronaldo abunda en esta corriente exquisita, que desarma a aquellos que pretenden establecer porque sí la jerarquía del campeonato italiano sobre el español.

Pero además de su carácter excepcional como jugador, Ronaldo tiene la condición de síntoma de los tiempos que corren, de las irremediables diferencias que separan a los clubes y a los viejos poderes de la FIFA y de la UEFA, que dirigen el mundo del fútbol desde una prepotencia escandalosa. El Barcelona, que ha pagado 2.500 millones de pesetas por Ronaldo y que no tiene empacho en reconocer la dependencia del equipo hacia el astro brasileño, se enfrenta el jueves en la Recopa al Estrella Roja, un rival notable. Pero Ronaldo no estará en el Camp Nou. Por obediencia debida a la FIFA, gastará dos días para recorrer 20.000 kilómetros y jugar un amistoso de Brasil contra Lituania.

Una chulería intolerable

La desproporción entre las necesidades del Barca en la Recopa y la pachanga de la selección brasileña obliga a reflexionar sobre el estado de indefensión de los clubes y los jugadores ante la actitud parasitaria de la FIFA, que diseña calendarios brutales, añade federaciones fantasmas para jugar más partidos y ganar más dinero y despoja con una chulería intolerable a los equipos de sus mejores futbolistas.El conflicto de intereses es de tal calibre que resulta inaceptable la actitud pusilánime de los clubes frente a la FIFA y sus satélites. El caso Bosman ha demostrado que los grandes aparatos del fútbol no tienen razón, no son invulnerables y no están en condiciones de cumplir sus amenazas. Pero mientras el Barca y los grandes clubes no se levanten contra la arbitrariedad y el despotismo, Ronaldo jugará todas las pachanguitas que determine la FIFA en lugar de defender el pabellón del club que se gastó 2.500 millones por sus servicios.

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