El Atlético B rompe el maleficio

Se rompió el maleficio. A falta de tres minutos para el final del partido, todo apuntaba a que la desgracia volvía a cernirse sobre el Atlético B. Una vez más, el conjunto colchonero veía escapar los tres puntos en el tramo final del partido. Al menos, eso parecía. Pero la mala fortuna, que desde el principio de temporada había intimado con los colchoneros, ofreció de pronto una insospechada cara. Cuando todo parecía perdido, cuando muchos maldecían a Álex, el guardameta rojiblanco, por su pasividad en el despeje del segundo gol, cuando el maleficio parecía estar a punto de cumplirse, apareció De la Fuente, el portero del Toledo, y dio más de tres pasos sin botar el balón en el área. Libre indirecto.Quedaban tan sólo tres minutos de juego, y a De la Fuente no le hizo ninguna gracia que el árbitro se pusiera riguroso en un momento tan decisivo. Algo le tuvo que espetar al señor colegiado, porque Sanjorge Otero no lo dudó dos veces y extrajo del bolsillo la cartulina roja. A la calle por hablar, explicó con gestos a los que le rodeaban.

El Toledo ya había realizado los cambios reglamentarios, por lo que un jugador de campo tuvo que ponerse los guantes. Y Cipri, que había demostrado con creces en la banda derecha que la de ayer no era su tarde, fue el valiente que se puso bajo los palos. El Atlético B botó la falta, disparó Míchel, y el pobre Cipri se quedó como una estatua. Empate.

Fue entonces cuando los rojiblancos se dieron cuenta de que era su oportunidad de romper el maleficio. Y vieron que podían rematar la faena, marcando en los minutos que faltaban. La grada jaleaba a los atléticos: "Hay que tirar a puerta, que ése no para ni una". Y Cipri, temblando bajo los palos.

Llegó el momento cumbre. Ataque rojiblanco a trompicones, Alonso recibe en la banda derecha, se interna, la cruza, y Ezquerro, que llega en carrera, marca. Delirio en la grada. Los aficionados atléticos apenas podían creerlo. Su equipo, que no había probado las mieles del triunfo desde que ascendiera a Segunda, sumaba su primera victoria. Y conseguía romper esa tradición traicionera, la de perder todos los partidos en tiempo de descuento.