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La seria amenaza laborista obliga a los 'tories' a dar una imagen de unidad

Conscientes de que esta vez la amenaza del Partido Laborista, liderado por Tony Blair, es seria, los tories han conseguido en su último congreso antes de la cita electoral de la próxima primavera una precaria unidad. El pacto en las alturas, sellado por la propia ex primera ministra Margaret Thatcher, quedó de manifiesto en la cálida acogida recibida por el ministro de Economía y Hacienda, Kenneth Clarke, bestia parda de la derecha tory, que ayer intervino ante los delegados. Y en el entusiasmo que despertó el viceprímer ministro, Michael Heseltine, cuando advirtió al congreso que el partido no tolerará a quienes atenten contra su unidad.

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Clarke defendió, como el resto de sus compañeros de Gabinete que han pasado por la tribuna del Centro de Congresos de Bournemouth, la línea oficial de "esperar y ver" en el tema de la moneda única europea y dedicó duras críticas a los laboristas. También se mantuvo firme en su actitud de cautela fiscal pese a las presiones de la derecha del partido, que quiere a toda costa una reducción de impuestos en el presupuesto del 26 de noviembre, con la mirada puesta en complacer al elector. "Para ganarnos y mantener la confianza de los ciudadanos británicos", dijo Clarke "tenemos que ser fieles a una norma de oro conservadora. Sólo recortamos los impuestos cuando podemos permitírnoslo y cuando sabemos que es bueno para la economía". Pese a ello, la prensa británica de ayer daba por hecho que el canciller del Exchequer reducirá la presión fiscal en unos 3.000 millones o 4.000 millones de libras (entre 600.000 millones y 800.000 millones de pesetas) en este último Presupuesto del Estado antes de las elecciones.Con los favorables datos macroeconómicos en la mano -inflación controlada, descenso en las cifras de desempleo, bajos tipos de interés-, Clarke se permitió desafiar a los laboristas, ridiculizando sus promesas, de reducción de impuestos y control del gasto público. "El instinto laborista es vivir a corto plazo, gastar antes de ganar, arrastrar deudas y aumentar los impuestos", dijo el canciller entre grandes aplausos. "Se han formado todos en la escuela de contabilidad creativa de Robert Maxwell", el famoso magnate de la prensa británica que comprometió el futuro de los pensionistas de sus empresas al usar el dinero de ellos para pagar las deudas de su grupo periodístico.

En la extrema seriedad de los rostros de los delegados que llenaban el salón de actos podía reconocerse, no obstante, la inquietud ante la fortaleza del reto laborista al partido que lleva 17 años controlando el poder en el Reino Unido. Los conservadores tienen de su lado una economía saneada -aunque las condiciones laborales del ciudadano británico recuerden a menudo a las de la era victoriana- y largos años de práctica de Gobierno. Ambos capítulos constituyen también el talón de Aquiles de un partido que ha conseguido muy a última hora reagruparse alrededor de su líder, John Major, que cerrará hoy este 113º congreso anual tory con un discurso de compromiso.

Ante el reto de ganar o perder, un quinto mandato al frente del Reino Unido, los conservadores parecen haber comprendido que el único camino es afrontar sin caretas la esencia del capitalismo liberal. Llevar hasta el final el programa de Margaret Thatcher y consagrarse como el partido del capitalismo que ofrece ley, orden y trabajo, aunque sea precario.

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