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FÚTBOL SEXTA JORNADA DE LIGA

El Logroñés confirma los males del Valencia

El equipo de Luis Aragonés, incapaz de remontar el gol de Moráles

"Hay cinco equipos mejores que el Valencia", había dicho Luis ante del partido. Y por lo visto ayer quizá más. El técnico madrileño achacaba los males del Valencia a la política de fichajes y las ínfulas del presidente. Sin embargo, alguna responsabilidad tendrá el técnico en todo ello, que nunca solicitó un par de laterales ni un medio centro, demarcaciones que piden a gritos refuerzos.De manera que se confirmaron los males del Valencia y bastó para ello que llegara un equipo humilde y correoso a Mestalla, levantara una muralla defensiva y dejara suelta a la ardilla Morales para que cazara los tres puntos de un bocado. Después, a defender la fortaleza. Sin grandes agobios, esa es la verdad, tal era la incapacidad de la delantera local, que, puesta a fallar, falló hasta un penalti que se antojaba una dádiva del árbitro y que Romario se encargó de devolver a las gradas el regalo. Un detalle que no agradeció el público, que sacó pañuelos en señal de duelo. Por contra, Mestalla aplaudió al Logroñés, que para eso es un equipo amigo.

Luis Aragonés tiene sobrados motivos para estar insatisfecho con el equipo: es un grupo fracturado, deshilachado, sin convicción ni deseo. Se juntan tres media punta (Karpin, Fernando y Moya) y entre los tres no son capaces de crear media jugada bien hecha. Y que conste que ayer Romario tenía ganas de marcha, o sea de divertir se, y con esa intención busca ba encontrarse con el cuero una y otra vez. El brasileño acabó desesperado, a expensas de los centros desde la izquierda de Sietes y" claro, eso más que otra cosa es un suplicio. Lo del lateral izquierdo más que pases son chuzos de punta. El brasileño, tan desesperado como el público, acabó agitando los brazos como señal de queja de sus compañeros. La forma de Romario, sin embargo, no es como para quejarse de los compañeros.

Y parecía imposible que el Logroñés se adelantara en el marcador, porque, la verdad, mucha intención no se le veía al conjunto riojano, pero con Morales rondando el área ya se sabe: de cualquier situación pude sacar beneficios. Y así sucedió que el pequeño delantero se convirtió en un dolor agudo en la cabeza de la defensa valencianista. Todo ello sin necesidad de desvestir a Rubén Sosa, que calentaba banquillo junto al técnico Lotina. Por lo demás, el trabajo defensivo del equipo riojano era más fácil de lo esperado: unas dosis de orden y otras de serenidad. Y punto.

Entretanto a Luis se le acabó la paciencia y mandó a Karpin a la ducha antes de finalizar la primera parte, lo que no deja de ser una faena para el centrocampista ruso, quien, tras una magnífica pretemporada, se mueve errático y sin sentido por el campeonato. Desconcertado como el resto del grupo, sobre todo en labores de creación.

Y el problema básicamente es que no saben a qué juegan. No saben si han de buscar continuamente a Romario o si, por el contrario, han de encontrar otras salidas alternativas. De modo que hacen ni una cosa ni otra y cuando el voluntarioso Moya es el hombre más destacado queda todo dicho.

La entrada del Piojo López incrementó el ataque valencianista, pero no el juego, que siguió tan obtuso como de costumbre. El Valencia lo fió todo entonces a Piojo y éste a su velocidad: carrera va carrera viene sin demasiado sentido. De modo que a Luis Aragonés sólo le restaba el plan C, o sea Poyatos, que sirve igual para un roto que para un descosido, pero siempre con garantía de amor propio. Por aquellos tiempos el Logroñés ya había sacado la artillería pesada (léase Mino)' para terminar de cerrar el castillo. Y le puso el candado, con el permiso de Romario.

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