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VUELTA 96

Dufaux hace temblar la Vuelta

Zülle salva el liderato a duras penas y Jalabert cede 25 minutos

Carlos Arribas

Cuando Neil Stephens -el poderoso cancerbero de la Cruz de la Demanda- cruzó la meta de Avila -solo, la bicicleta más un útil en el que apoyarse para no caer que una herramienta de tortura-, hacía 44 minutos y 44 segundos que Laurent Dufaux había cruzado la misma línea -solo, la bicicleta, una máquina de velocidad: terminaba una etapa de alta montaña a más de 43 de media- como vencedor. La tardía entrada de Stephens -el gran y fiel lugarteniente de Zülle y Jalabert, el hombre que en su fortaleza extraordinaria era la mejor imagen de la indestructibilidad aparente del ONCE- simbolizó como nada no sólo la etapa en que Dufaux hizo temblar la carrera, sino toda la Vuelta. Lo que fue y lo que va a ser en las dos etapas decisivas que aún quedan -hoy, los puertos de la sierra segoviano-madrileña; mañana, la contrarreloj de más de 40 kilómetros-; la carrera ya definitivamente zanjada hace sólo una semana en los puertos cántabros e irremisiblemente abierta ahora.La desmesura en la ambición del ONCE empezó a convertir la paz ficticia de que se disfrutaba en un polvorín en la etapa de Cerler; los explosivos continuaron acumulándose el miércoles, cuando la debilidad de los ciclistas hizo obligatorio hacer pública la misteriosa enfermedad gastroinestinal -oficialmente nadie ha informado de las causas que pudieron provocarla- que afectaba a casi todos los corredores del ONCE. Sólo faltaba una mano que acercara una cerilla. El Banesto prestó la mecha -un ataque de Casero al comienzo hizo que la carrera se lanzara a más de 50 por hora, el ONCE queriendo demostrar que estaba perfecto de fuerzas, lo que, al final, fue suicida: sus propias pájaras por ahí comenzaron a llegar- y Laurent Dufaux, el suizo que no se resignaba a ser tercero, se prestó voluntario para encenderla en el complicado terreno de las sierras abulenses. La Vuelta que se conocía -la aburrida, la del monopolio de la fuerza en manos de un solo equipo, la del pacto de caballeros Jalabert-Zülle- hizo explosión como se esperaba, pero sólo de forma aparentemente controlada.

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Escopetados con plato grande

La rápida actuación de los bomberos -los corredores de otros equipos que no dejaron solo a Zülle- evitó que sólo quedaran ruinas alrededor. La geopolítica del ciclismo, vamos. Hace sólo un año, un ataque demoledor de Jalabert por las mismas carreteras sentenció la Vuelta. Olano, detrás, solo, sin equipo, tirando de un carro de ciclistas neutrales, no pudo hacer nada. Dufaux se acordaba de aquel día e intentó ayer la repetición de la jugada. Un ataque de gran clase subiendo Serranillos, a 72 kilómetros de la meta. El suizo hizo una exhibición de fuerza, voluntad y sacrificio. Ganó la etapa y avanzó hasta el segundo puesto en la general -Jalabert, el anterior segundo, perdió 25 minutos- Pero nada más. De los más de cinco minutos que le separaban de Zülle en la general sólo había recortado 55 segundos. Zülle no fue Olano, no viajó solo, aunque su equipo, el ONCE, andaba destrozado muy atrás.

Jalabert -"me quedé sin gasolina subiendo el primer puerto. Todos iban con el plato grande y yo con el pequeño. Fue una sensación desoladora: me pasaron 50 de golpe. Ahí ya me dejé ir. Me sentó mal la ternera de Sabiñánigo. Zülle fue el único que no comió carne. La noche de Cerler sólo pude dormir tres horas "vio como Zarrabeitia bajaba del grupo de Zülle cuando el ataque de Dufaux dinamitó la carrera. "Tira, tira", le dijo al vasco, indicándole con la mano que le dejara y se fuera con el suizo. Zarrabeitia le respondió: "Ojalá pudiera, estoy muerto". Los dos siguieron juntos a su mínimo ritmo.

Por delante, unos 30 corredores ayudaban ya a Zülle. En el grupo había de todo: algunos samaritanos -los del Telekoin, Saeco y Euskadi-, sólo movidos por la intención de ayudar; otros, como Rominger, Pistore y Totsching, interesados en no dejar marchar a Dufaux por sus intereses en la general; otros, como Faustini y Escartín, que creían poder ganar la etapa. El único que no relevaba en las subidas era el propio. Zülle. Más delante, Dufaux se percató de que no llevaba muy buenos compañeros de viaje.

Zülle ganó tiempo, pero hoy, de nuevo, espera el ataque de Dufaux por Navacerrada. Quizás sí se dé el cara a cara que todos reclaman entre los dos suizos. Una situación decisiva que nadie esperaba a mitad de la Vuelta. "Las exhibiciones se pagan", dijo Jiménez al final de la etapa. Ningún equipo jamás - ha resistido lo que el ONCE intentaba: controlar en todos los te rrenos todas las etapas. Someter a sus ciclistas a un esfuerzo titánico día tras día. Lo que se dice ciclismo moderno.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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