Basura
La materia ciega demuestra, en ocasiones, una fascinante capacidad expresiva. Es como si el azar dejara de ser azaroso durante unos segundos para manifestarnos un mensaje metafórico. Y así, hay accidentes simbólicos, como aquella carabela de pega que se hundió durante la inauguración de los tontos fastos del V Centenario. Y también hay enfermedades reveladoras: la altísima incidencia de cánceres de mama, por ejemplo, ¿no es un feroz emblema del precio que está pagando la mujer para incorporarse a la vida pública? Como las amazonas, que tenían que amputarse un pecho para poder ser guerreras y ser libres.Pues bien, se diría que ahora la materia vuelve a dictarnos una pequeña fábula: 100.000 toneladas de basura amenazan con desplomarse sobre La Coruña. Que las inmundicias hayan decidido- empezar a sepultar ciudades españolas justo ahora, cuando acaba de salir a la luz esa guinda del horror que es la supuesta operación Menguele, resulta una casualidad harto inquietante. Ya veremos qué sucede con los papeles del Cesid y si al fin podemos limpiar la porquería, pero por ahora navegamos sobre un mar de detritus. Aznar, capitán de la barca, jura por su honor que no habrá más roña. Imposible creerlo: jurar jurará mucho, pero hacer no hace nada. Por ejemplo, ahí sigue Serra, tan terne, de remero. Un Serra que, además de decir burradas cuando se exculpó de sospechas mayores, reconoció ante el estupendo Gabilondo que, en efecto, tal vez había recomendado a su cuñado con Roldán, porque eso, recomendar a alguien, es de lo más normal. Qué ministro tan feo: es como la conseguidora de Moratalaz, partidario del enchufe y del amiguismo. No me extraña que la basura esté dispuesta a enterrarnos vivos para darnos una lección de historia. Tal vez dentro de poco comience a llover sangre.
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