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SALVANDO DISTANCIAS

Un 'locutorio móvil' bajo los árboles

Estafas a Telefónica en el Retiro con la supuesta cooperación de algún empleado de la compañía

"Chao. Un beso. Te quiero mucho. No puedo seguir hablando. Tengo que cortar".Así de tajante se despedía una mujer peruana de su hija, que la escuchaba en Lima, una tarde de domingo, desde un teléfono móvil en el Retiro. Por tan sólo 5.000 pesetas había conversado con ella una hora a través de un aparato alquilado a un dominicano que se dedica a estafar a Telefónica con la cooperación de algún empleado de la compañía.

Un grupo de 10 dominicanos, peruanos, bolivianos, ecuatorianos y españoles ha montado un negocio redondo con los teléfonos móviles. En un fin de semana, fácilmente, un defraudador puede reunir entre 200.000 y 300.000 pesetas, cuenta un joven ecuatoriano que se gana la vida de esta manera y que pide mantener el anonimato.

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El muchacho emigró a España con la idea de reunir dinero para enviar a su familia, pero ha tenido mala suerte al buscar trabajo. Cuenta que desde hace ocho meses, "por necesidad" se gana la vida ilícitamente ción de "un contacto dentro de Telefónica" que le consigue tarjetas de un día de duración para teléfonos Movistar por mucho menos de lo que vale. "Con esas tarjetas puedes hablar todo un día adonde quieras; cuando se acaba, la cambias y no pasa nada. Nadie se da cuenta. Compramos el teléfono; luego, una persona saca calladita las tarjetas de Telefónica y nos las vende por 30.000 pesetas", dice. La factura la cargan a otro abonado, al cambiarse el código de los aparatos.El colega de la empresa también obtiene una tajada del pastel: el precio de mercado de las tarjetas para telefonía digital oscila entre 15.000 y 25.000 pesetas. La operación no funciona como una red. Son más bien familias, parejas o chicos quienes ofrecen el servicio en forma independiente, aunque por lo general se conocen entre sí. Y combinan el ilícito modus vivendi con trabajos ocasionales. Manuel, español, es fotógrafo independiente y los fines de semana se' gana un dinero extra en el Retiro. El maletín de su equipo fotográfico le ayuda a despistar. Un amigo peruano le comentó la idea.

Raquel Rojo, del departamento de Relaciones Institucionales de "Telefonica, informa de. que la empresa desconoce el asunto. "Iremos a mirar", declaró.Las estafas contra Telefónica tienen muchos antecedentes con teléfonos convencionales, pero ha llegado ahora el tiempo de los aparatos móviles. En 1993 la policía ya descubrió en Carabanchel un locutorio clandestino organizado por tres brasileños y dos peruanos que cada semana cambiaban el código. Y no es el único caso.

Las tarifas impuestas por los estafadores para comunicarse con cualquier país de latinoamérica y del Caribe son irrisorias, si se comparan con las establecidas por la compañía de teléfonos.

Una llamada legal de 30 minutos a cualquier país del Caribe en horario reducido (todos los días, desde las ocho de la mañana hasta las diez de la noche) cuesta 4.254 pesetas, y el mismo periodo en el Retiro tiene un precio de 2.500 pesetas. Hablar durante el mismo tiempo a Suramérica por la vía legal tiene un precio de 3.828 pesetas; ilícitamente, cuesta 2.500 pesetas.

Pero el gran ahorro para el cliente se produce `cuando se hacen conexiones de una hora en horario normal (todos los días, desde las diez de la noche hasta las ocho del día siguiente). En forma legal supone un coste de 13.224 pesetas, y por la otra vía sale por 5.000 pesetas.

Si el cliente lo desea, en días laborables y por los mismos precios, le llevan el móvil a su piso o su trabajo, o acuerdan verse en algún lugar público. La demanda de llamadas ilegales en el Retiro es elevadísima. Un domingo por la tarde, una cola de 20 latinoamericanos aguarda con impaciencia su turno, ocultos entre los árboles. Con mucha discreción tratan de no despertar sospechas. Cuando no se esconden entre los arbustos usan como tapadera a un hombre que toca una guitarra y canta boleros. Parece como si todo transcurriese bajo la absoluta normalidad.

Los clientes son latinoamericanos con bajo nivel educativo. Huyeron de su país en busca de un futuro mejor en España. Son obreros de la construcción o empleadas del hogar. Con tal de comunicarse con sus seres queridos y ahorrar hasta un 50% en cada conexión, esperan como mínimo dos horas.

Son las diez de la noche, y desde las cuatro de la tarde María P. aguarda su turno con impaciencia. Era el cumpleaños de su padre y tenía toda la intención de felicitarle cuando su familia se reuniese a la hora de la comida en Bogotá (Colombia). Pero con tanta gente delante le resultó imposible. "Ni modo, hay que tener paciencia", dice resignada.

No es ni la última ni la primera vez que le ocurre. Todos los meses, cuando María llama a su familia en Suramérica, se repite la misma historia. Las rebajas telefónicas del Retiro atraen a muchos hispanoamericanos de escasos recursos.

Cada vez que alguien desocupa un teléfono, los clientes se acercan al propietario del portátil como aves de rapiña. "Me toca a mí, voy yo", reclaman todos a la vez con el dinero en la mano. Cuando la desesperación y la larga espera se juntan, los interesados piden que se respete el orden de la fila, aunque al presunto estafador le importa poco el orden. A él le interesa más controlar que ningún policía merodee el lugar y que la batería no falle. Y por supuesto de cobrar.

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