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Ofensiva a la defensiva

En la política española de hoy a cada uno de los grandes protagonistas le corresponde su cuota de irresponsabilidad. La de Anguita deriva no tanto de su redescubrimiento de la República -algo a lo que tiene derecho-, sino de su ignorancia acerca de para qué sirve una Constitución. En el caso de los socialistas es, sin duda, irresponsable la pretensión de olvidar, pase lo que pase, la existencia de la apisonadora judicial y la impresión, por otro lado gratificante, de que cualquier elección sirve de Jordán, como si el elector reconstruyera la virginidad con su voto, en vez de elegir el mal menor. La duda, en cambio, se plantea respecto a cuál será la. irresponsabilidad del Gobierno, no porque no exista ninguna en él horizonte, sino porque abundan las posibilidades a la hora de elegir la mayor. Hay quien tiene muy claro que el pecado originál -con riesgo de condenación definitiva- reside en la negátiva a la desclasificación de los papeles del Cesid No creo que sea así, aunque cada vez que se argumenta en los medios gubernamentales a favor de la decisión tomada se avería su justificación. La peregrina teoría de que de la condición reformista de la transición deriva la posible tolerancia con las ilegalidades del pasado. no parece el argumento más adecuado para qué nuestra conquista de la democracia siga siendo considerada como modélica en otras latitudes.

Pero la mayor cuota de irresponsabilidad de quienes están en el poder no reside' en esa discutible decisión, sino en la sensación de barullo gracias a la cual lo que se dice hoy por la mañana se pone en duda por la tarde y se desmiente. al día siguiente. Palos de ciego, se ha diagnosticado, pero se siente la tentación de corregir recordando que, eso evocaría una contundencia indemostrada. Ante un palo de ciego uno puéde sublevarse o aplaudir. En cambio, uno no puede tomar en serio la circulación de fantasmales ocurrencias matinales desvanecidas cuando cae el sol.

El problema, por otro lado, no es de ceguera, sino de sordera. Toda la inmensa capacidad de rectificación de decisiones en principio firmes se combina con una preocupante. insensibilidad respecto de la opinión. pública en los modos de gobierno. Se puede -en mi opinión, se debe- discrepar de Vidal-Quadras, pero revela una visión del partido como. orden monacal el convertirle en leproso por haberse expresado a extramuros. Se puede congelar el sueldo a los funcionarios, pero el Gobierno debe hacer gestos complementarios, aun un poco demagógicos, para acompañar esta decisión. Hay que recordar, en fin, que no obedece a ganas de incordiar el sacar a colación cómo deben veranear los presidentes del Gobierno. En Gran Bretaña el reciente informe Nolan da instrucciones muy precisas sobre códigos, de conducta al respecto.

ElGobiemo es muy consciente de esta impresión que tan a menudo causa, y se explica, por tanto, que haya emprendido una especie de ofensiva a la defensiva mediante declara ciones, mitin inclusive. Aznar resulta convincente cuando explica sus objetivos económicos, las reformas fiscales e incluso su propósito de racionalizar el gasto sanitario. Tiene, además, más razón en su planteamiento global que el sindicato de damnificados por el reparto de cargos en el PP. Pero ese barullo cacofónico y esa aparente insensibilidad atentan directamente a lo que podría ser el mejor activo de un Gobierno como el actual. Una de las mentes más lúcidas de la derecha española, Miguel Herrero, acaba de citar una frase de historiador que parece de aplicación al. caso. "Andando de puntillas aprendió Dato a llegar lejos", ha escrito en una evocación del político conservador. Hay, en efecto, un tipo de personaje público que crece en el trabajo diario, la discreción informativa y el perfil bajo. Harto de liderazgos carismáticos, uno desearía una especie de John Major a la española, bendición de hipertensos y de amantes de los balnearios.

Pero el entusiasmo por lo prosaico nos lo puede acabar de borrar esta ofensiva mediática si se queda en autocomplacencia y exaltación de la impasibilidad del líder. Más valdría rectificar el barullo.,

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