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Tribuna
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A por ellos

Bendito sea Internet. Navegando en sus cibernéticas mallas accedo a la noticia, firmada por Reuter y fechada en Los Ángeles el pasado día 13, de que el Gobierno argentino accedió el último viernes a indemnizar a José Siderman, de 85 años, por haber sido torturado y forzado al exilio durante la guerra sucia desatada por la dictadura militar que azotó aquel país en los setenta, así como por la pérdida de bienes y propiedades y el sufrimiento ocasionado a su familia. Siderman, actualmente ciudadano norteamericano, inició el proceso -el primero aceptado por un tribunal de Estados Unidos para actuar contra un Gobierno extranjero- hace 14 años, y desde entonces ha ido presionando con tal acierto que, por fin, el actual Gobierno argentino, aunque rechaza toda responsabilidad por los hechos denunciados, ha preferido indemnizarle a verse llevado a juicio.O sea, que puede hacerse, y Garzón no es un megalómano sediento de primeras planas, sino un señor que sabe perfectamente que sólo empezando a lo grande se puede llegar, en algún momento, a algún resultado: no ya el de que se haga justicia -como bien escribía hace poco el amado Haro Tecglen, no es de este mundo-, sino, al menos, que se haga memoria. Descojonarse de las pretensiones del juez, o dedicarse a anticiparle la derrota, no es un ejercicio de escepticismo, sino de resignación, en el mejor de los casos, y de maldad, en casi todos.

La cuota de memoria de cada uno, de civismo, no pasa sólo por soltar unas lágrimas viendo Missing o La historia oficial. También consiste en. reconocer, apreciar y apoyar cualquier gesto, cualquier acción que contribuya a recordarnos la meta inalcanzable: que ningún crimen contra los derechos humanos debe quedar impune.

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