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'Mix'

Rosa Montero

Lo llaman mix y es una peste. Habrán visto los spots televisivos con los que nos han machacado todo el verano, llenos de culitos prietos de muchachas y de músculos masculinos amorcillados y repulsivos (está claro que los creadores de esta publicidad casposa son varones). Unos anuncios feos hasta la náusea con los que pretenden vendernos la tortura auditiva del mix como si fuera música.El mix es una chundarata de la peor especie. Una creía que la culminación del horterismo se había alcanzado con aquel bonito clásico titulado No me gusta que en los toros te pongas la minifarda, pero el mal gusto, como el sufrimiento, es insondable. En comparación con el grado cósmico de macarrez del mix, Manolo Escobar parece Von Karajan, y Macarena, El Mesías de Haendel. La especial perversidad del mix reside en su naturaleza fragmentaria: la cosa consiste en mezclar trocitos de canciones. Como todas estas canciones eran previamente espantosas en sí mismas, el resultado final es una especie de, horror tartajeante, una grosería musical en clave de interruptus.

¿Comprará alguien estos discos atroces? Pues sí, por supuesto. Si me irrita tanto el mix es porque creo que es un buen espejo de lo que somos. De esta sociedad devorada por el zapping, en la que ya no existe la continuidad, ni intelectual ni emocional; de esta realidad también interruptus en donde ya casi nadie aspira a entender el mundo, sino a atocinarse para soportarlo. La forma está entrañada con el fondo y la ética con cierta estética. Una forma tan fea y aberrante como la del mix sólo puede desembocar en un fondo mostrenco. Vamos, que el mix es a la música lo que Gil y Gil a la vida pública. Puro aturdimiento, gritos estentóreos y vacíos, fragmentación total del pensamiento y una progresión imparable hacia la burricie.

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