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Más de 100.000 personas acudieron ayer en El Escorial a la romería de San Lorenzo

Más de 100.000 personas se dieron cita ayer en la romería de la Virgen de Gracia. Declarada de interés turístico nacional, la romería congrega al gentío junto a la ermita, en el parque de La Herrería. La jornada es larga. Incluye noche en vela y mañana de camino al parque bailando jotas tras las carretas. El jolgorio dura hasta que, en la medianoche, cantan la Salve a la patrona desde los arcos, con el monasterio de San Lorenzo iluminado al fondo. La devoción no está reñida con el alcohol: la Cruz Roja tuvo que trasladar ayer a 10 personas con intoxicación etílica.

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Una tradición con medio siglo de historia

Mucha gente, demasiados coches y decenas de vendedores y chiringuitos con fritangas y bebidas se dan cita en el parque. La romería de la Virgen de Gracia, que se celebra cada segundo domingo de septiembre, es la más famosa de la región, "la segunda después de la del Rocío", según los gurriatos. También es la más masificada.A los romeros no les molesta que su fiesta se haya convertido en multitudinaria. "Nos gusta que venga mucha gente; si no, nos la quitaría el párroco. Lo intentó hace siete años", comenta Mari Carmen de Santiago, 47 primaveras, antes de que empiece a diluviar.

Hacia las nueve de la mañana 73 carretas van ocupando sus puestos en una caravana interminable paralela al monasterio. Sólo cinco de ellas conservan la tradición de la tracción animal, con sendas yuntas de parsimoniosos bueyes. Del resto tiran unos pocos tractores y muchos coches todoterreno con el asiento del copiloto lleno de bandejas de viandas y las traseras cargadas con barreños con bebidas. Los niños utilizan sus bicicletas para arrastrar sus propias carrozas.

La barroca carreta de la Virgen, tirada por bueyes, abre la comitiva. La hermandad de romeros ha pagado 150.000 pesetas por el alquiler de los animales a un boyero de Cercedilla. "Cada vez es más difícil. Están desapareciendo", se lamenta Antonio Cebrián, de 55 años, uno de los romeros. Por eso subvencionan con 60.000 pesetas a las peñas que conserven esta tradición. Unos metros más allá, otra peña ha colocado sobre su carreta a una familia de muñecos serranos internautas. Ellos visten pantalón de pana ceñido con cuerdas a los tobillos, camisa blanca, chaleco negro, pañuelo al cuello y boina. Ellas, leotardos blancos de ganchillo, pololos, enaguas, refajo en verde, amarillo o rojo y pañoleta sobre la blusa.

El muñeco de trapo que hace de padre tiene el móvil pegado a la oreja y la madre hace músculos con el aparato de abdominales que anuncia la tele. El hijo está absorto navegando en Internet.

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En San Lorenzo, como en las Fallas, las reproducciones preciosistas -las de una sala del monasterio o de la fuente de la Prosperidad- alternan con guiños a la actualidad. Es el caso del corral del tío Baldomero, de la peña Currucata: un puñado de ovejas y un ternero, y el lema "Éstas sí que no están locas". La idea es de un carnicero del municipio, José Luis Contrera, 24 de sus 48 años ejerciendo de romero. Ha empleado "los ratos perdidos de un mes" para elaborarla.

A pesar de la lluvia caída ayer tarde, los romeros bailan jotas al son de la dulzaina y el tamboril que llegan por un potente equipo de megafonía. Cuando atardece, la comitiva se pone de nuevo en camino hacia San Lorenzo.

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