_
_
_
_

Del biberón al medio litro

Alex Crivillé se convierte en el nuevo ídolo del Mundial de 500 tras una meditada progresión

Vamos a hablar de un muchacho que cada día luce a más altura, que lleva semanas sacudiéndose una etiqueta que quedó prendida en su mono de cuero hace casi una década, cuando aterrizó en el Mundial siendo un niño de 17 años. Álex Crivillé ha dejado de ser el noi. Se ha hecho mayor a golpe de victorias. Ha terminado de crecer triunfando entre los pesos pesados del campeonato del mundo de motociclismo. Sus éxitos de esta temporada -suma dos victorias y ha subido al podio en los últimos ocho grandes premios- no ofrecen dudas.A los 26 años, el piloto de Seva (Barcelona) se ha colocado en el último peldaño. Todos le ven ya como el sucesor del actual número uno mundial, el australiano Mick Doohan, al que ha batido dos veces esta temporada. La mayoría apunta hacia él cuando hay que hablar del futuro campeón de la categoría reina de las dos ruedas. Y muchos se preguntan cómo lo ha hecho, cómo aquel chaval rebelde y atrevido en la pista, pero discreto y tímido lejos de su moto, ha podido dar tamaño giro a su trayectoria. Éstas son las razones de su éxito.

Único objetivo. El título mundial de 125, en 1989, fue sólo un paso más en el viaje de Àlex hacia su objetivo. Siempre ha querido ser campeón de 500, la cilindrada más grande del Mundial. Por eso ni siquiera se quedó en 125 para lucir el. número uno. Enseguida subió a la categoría siguiente, el cuarto de litro, y como vio que no obtenía frutos, en cuanto pudo se pasó. a 500. Desde 1992 corre en la categoría reina, en la que ha ido quemando etapas hasta llegar a ser un vencedor habitual. Es lo que quiere mostrar el domingo en su cita más importante, en la carrera de casa, el Gran Premio de Cataluña, en Montmeló.

Ideas claras. Pocas veces ha dudado al tomar sus decisiones. Saltó a la categoría reina cuando le aconsejaban esperar más en 250. Lo hizo junto con Sito Pons, en el primer año de éste como director de escudería. Le advirtieron que podía tener problemas de convivencia, pero los resultados le dieron la razón: visitó el podio a la tercera carrera y en su primer año ganó, en Holanda, su primer gran premio de una categoría que dominaban australianos y estadounidenses. Después, cuando empeoraron las relaciones con Sito, se marchó justo a tiempo. Dio otro salto hacia arriba: ingresó en HRC, el equipo de fábrica de Honda, el más poderoso del mundo. Allí ha progresado, ha aprendido, se ha hecho asiduo del cajón y se ha preparado para asaltar el número uno.

Profesionalidad. Crivillé se ha convertido en los últimos años en paradigma de profesionalidad. Se dio cuenta de que para ser campeón del mundo de 500 tenía que dedicarse a ello con todas sus fuerzas, concentrarse sólo en eso y hacer todo lo necesario para estar en el camino del objetivo. Alex no escatima ni una hora de gimnasio y dedica una atención extrema a su alimentación -casi siempre pasta- y a sus horarios -¡qué pocos le han visto cometer un exceso como tomarse una cerveza o estar fuera del motorhome donde vive en los circuitos más tarde de las 10.00!-. Se entrena tantas horas como sea necesario con motos de cualquier tipo -motocross, trial, dirt-track- y no se cansa del trabajo con sus mecánicos. Ni siquiera dudó en marcharse un mes a Inglaterra y otro a Australia para aprender y mejorar su inglés, para tener una comunicación más fluida con su gente. Incluso su mayor entretenimiento -montar a caballo- tiene que ver con su trabajo. "Es bueno para el equilibrio y la concentración", dice.

Cambio de mentalidad. El último salto cualitativo de Crivillé en los últimos meses ha sido tan sorprendente, tan perceptible, que ha provocado admiración. Sólo hay una respuesta: Alex ha llegado a la cima como culminación de un proceso y, sobre todo, gracias a un cambio de mentalidad. Su determinación es la que le ha hecho crecer y triunfar. Ha dejado atrás cualquier rastro de conformismo, de conservadurismo. Ahora ya sabe que puede ser el mejor, no teme a nadie, aunque mantiene el respeto por todos. Su madurez se refleja en cada acción, en todo momento. En los grandes premios ya no necesita la compañía de su hermano Josep, que antes siempre estaba a su lado. Desde esta temporada viaja con su novia, Anna. Y si le falta algo, allí esta Juan, el conductor de su motorhome, dispuesto a asistirle.

Astucia. El último descubrimiento en el carácter de Crivillé es la forma en que ha logrado los dos triunfos frente a Doohan este año, atacándole y superándole en la última vuelta, después de pegarse a su espalda, de observar y analizar. Nadie pensaba que alguien con la candidez y la prudencia de Álex fuera capaz de tanta astucia, de esas lecciones de estrategia que le han llevado al primer plano.

Carisma. Crivillé se ha convertido en ídolo, no sólo en Cataluña, no sólo en España. Sus actuaciones hacen que la gente le reconozca en los aeropuertos, algo que le incomoda más que intentar someter al campeón Doohan. Sin embargo, Àlex desconoce la palabra no. Siempre está dispuesto, pero sigue siendo una de las mejores personas que viven en un circuito.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_